jueves, 14 de enero de 2016

Jesucristo es Dios(cont.)




B.- Las dos Voluntades en Cristo   

Respecto a la Voluntad, que integra esencialmente a la naturaleza racional, hemos de afirmar que, sentada la existencia en Cristo de dos Naturalezas perfectas y distintas, tiene, en consecuencia, dos Voluntades: la Divina en cuanto  Dios y a la Humana en cuanto Hombre.

Cristo mismo nos lo enseña con sus palabras y actitudes: “Yo no busca mi Voluntad, sino la Voluntad del que me envió” (Jn. V – 30). Y si por una parte declara tener una voluntad propia en cuanto Hombre, por otra se deduce que la Voluntad del que me envió, del Padre, es también Suya en cuanto Dios; puesto que, siendo la voluntad del Padre un tributo de la Divinidad, común a las Tres Divinas personas, es propia del Verbo en la intimidad intratrinitaria y en su Misión de Encarnado. Luego lo es de Jesucristo.

Hay otro texto sobremanera misterioso y claro a la vez, en que Cristo, en el momento supremo de la Redención, subordina su voluntad a la del padre: “Padre, si quieres, aparta de Mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. XXII – 42).

Dentro del misterio de la Voluntad Divina que es de la Naturaleza del Verbo, resplandece aquí su distinción con respecto a la humana, que corresponde a la naturaleza Humana asumida por el Verbo; y en esta distinción, una libre sujeción dado el libre albedrío de que goza esta Voluntad Humana./ (dado a la Voluntad Divina del Padre).

Esta libertad propia de la voluntad humana no entra en pugna con la Voluntad Divina. Sólo manifiesta lo arduo de la crucifixión que le espera, y que el apetito sensitivo de esta perfecta Voluntad Humana siente mortal repugnancia al tormento físico. Subordinado el apetito sensitivo a la Voluntad racional humana, acepta libremente la voluntad Divina del padre, que es, - dijimos arriba – la misma Divina Voluntad del Verbo Eterno y Encarnado.


Todo esto se esclarece al oírle decir: “Nadie me la quita (la vida); soy Yo quien la doy de Mí mismo” (Jn. X- 18). Y al fin concluye el Apóstol esta libérrima disposición que abarca Ambas voluntades: “Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y Sacrificio a Dios en olor de suavidad” (Ef. V – 2).


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