jueves, 7 de enero de 2016

Jesucristo es Dios(cont.)



C.- Ambas Naturalezas, Completas e inconfusas

Hemos afirmado, con la Escritura y con el Magisterio de la Iglesia, que en Cristo hay dos Naturalezas, y que son completas (porque cada una actúa de modo perfecto y oportuno) e inconfusas (pues sus hechos están perfectamente definidos); la Naturaleza Divina opera en Cristo “en cuanto Dios, y la Humana en cuanto Hombre”; formula celebérrima que nos enseñó el Catecismo para que aprendiéramos a distinguir los distintos matices de las palabras y operaciones del Señor.

Urge ahora considerar algunos conceptos sobre esta distinción, que, como advertimos al principio, es la llave de la inteligencia de todo el Nuevo Testamento, y cuya ignorancia ha precipitado en la herejía a las sectas antitrinitarias.

Es obvio que, si las dos Naturalezas conservan su distinción en la única Persona del Verbo, cada Naturaleza actúa de modo adecuado a su propia esencia, pues “el obrar sigue al ser”. Por tanto, los conceptos las palabras y las obras de Cristo fueron realizadas en distinción de Naturalezas.



 Las pruebas de esa afirmación se encuentran en la razón y en la Escritura.

En la razón, porque es verdad metafísica el que cada Naturaleza actúe conforme a su propia exigencia y dentro de su orden natural; y así consta que Cristo convivió con los hombres procediendo de modo perfectamente humano, perfectamente divino.

En la escritura, porque consta por los varios pasajes ya citados que fisiológica y psicológicamente se comportó – aunque en grado muy superior y sublime – como se comporta la humanidad entera, excepción hecha por el pecado, que es absolutamente ajeno a la Naturaleza Humana de Cristo; Cf. Hebr. IV – 15; I-Petr. II – 22; I –Jn. III – 5,8; Jn. VIII – 46.

La misma argumentación nos asiste con respecto a la Naturaleza Divina.

Y ambas operaron sin mezcla ni confusión: si se hubieran confundido no se podrían distinguir los hechos; y si se hubieran mezclado, de la fusión de las dos Naturalezas hubiera resultado una tercera; en este último caso, Cristo no hubiera podido redimirnos por no ser total y verdaderamente Hombre, hijo de Adán, Hijo del hombre, solidario y plenipotenciario de la humanidad que por los nombres había de ofrecer un Sacrificio: el mismo de su muerte real  y verdadera.

A pari, no hubiera sido Dios y no hubiera tenido méritos infinitos para satisfacer la infinita justicia de Dios.


Quien pensara en una fusión o en una mezcla de la Naturaleza Divina con la humana, incurriría en un absurdo metafísico al exigir que la naturaleza Divina se doblegara a la Humana dejando de ser divina; o que la Humana salvara el abismo infinito que hay entre la Humana y la Divina.   


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