martes, 1 de octubre de 2013

Las bienaventuranzas (cont.)

2a - a) "Bienaventurados los mansos ... " -La mansedumbre es una virtud moral, por la cual se sufre con paciencia y humildad la injusta agresión; la tribulación y adversidad. Esta disposición de alma se traduce al exterior como una dulzura animosa y suave, a la vez que firme en la bondad.

La mansedumbre excluye toda agresividad injusta y toda venganza, sin que merme un ápice a la firmeza de carácter ni a la valentía; no es servil ni venal, no es apocada ni cobarde, no lucha contra las circunstancias que la gracia presenta como disposiciones de la Divina Providencia para lograr en el alma el plan de la
santificación, pero embraza la fortaleza cuando se trata de procurar la gloria de Dios.

Pudiéramos sintetizarla en esa virtud universal que se llama "Amorosa conformidad con la voluntad de Dios". San Pablo dice que es fruto del Espíritu Santo (Gal. V-23). De ella se muestra modelo el mismo Jesucristo al decirnos: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mth. XI-29).

b) " ... porque ellos poseerán en herencia la tierra". - Esta "tierra", conforme al contexto, es "la tierra de promisión", "que mana leche y miel", según la promesa que se hizo a los Patriarcas. Pero sabemos bien que esa tierra prometida era prefiguración del Cielo. Decir "la tierra" en esta segunda Bienaventuranza, es repercutir como por paralelismo con la primera que promete "el Reino de los Cielos". Es aquella "tierra" de la que cantaba el Salmista: "Creo que veré los bienes del Señor en la tierra de los vivientes" (XXVI-13).

Mas no porque "la Tierra de los vivientes" tendrá verificación a partir de nuestra entrada en la eternidad, deja de cumplirse por anticipado esta Bienaventuranza. El manso, el humilde, posee ya en esta vida la tierra al cautivar con su bondad los corazones de tierra de sus hermanos sin distinción de buenos y malos,
A los buenos para consolarlos y confirmarlos en la virtud; a los malos para convencerlos y convertirlos. San Francisco de Sales confiaba más en una gota de miel que en un barril de vinagre.

Sin embargo, hemos de advertir que las personas de autoridad, mansas en su interior, han de salir por los fueros de la justicia y el orden, con la energía que requiere el ejercicio de su cargo. No confundir la mansedumbre con el consentimiento y la pasividad ni con la falsa diplomacia; según Santo Tomás de Aquíno, los mansos equilibran el Don de Piedad con la virtud de la Justicia. Jesús aconseja presentar la otra mejilla, pero reclama al criado del Pontífice su villano proceder. (Cf. Mth. V-39; Jn. XVUI-22-23). Se anuncia como Rey manso; pero al llegar al Templo arroja a latigazos a los mercaderes. (Zac. IX-9; Mth. XXI-12-16). 

En esta Bienaventuranza confirma Jesús con su Autoridad Divina, aquello de los Salmos: "... en tanto que los mansos poseerán la tierra y se deleitarán en abundancia de paz..." (Ps. XXXVI-ll).

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