miércoles, 23 de octubre de 2013

Las bienaventuranzas (final).

8a .- a) ..."Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia...". " La lucha del mal contra el bien anunciada en el Génesis: "Yo pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la suya ... (III-5),es personal entre Cristo y el demonio. Los buenos son descendencia espiritual de la Mujer -María - y de Cristo su Redentor. El demonio ha de ufanarse en perseguir el bien y al bueno, y lo hará por si mismo, como actuó contra Job y contra Cristo (Cf. Mth.IV), o por otros agentes, sus seguidores, que no sufrirán que la virtud y los virtuosos les den en rostro.

Esta cruel determinación de los malos la plantea el libro de la Sabiduría: "Acechemos al justo -dicen los perversos- porque nos es enojoso y se opone a nuestros hechos y nos reprocha las transgresiones de la Ley y nos achaca las faltas de nuestra educación... hízose para nosotros censura de nuestro criterio; pesado es para nosotros aun el verlo ... (Sap. II-12, 14).

Ultrajes, persecuciones, maledicencias, calumnias, predice Jesús en San Mateo (11), y en San Lucas añade odios y hasta el desechar como malo el nombre de las víctimas (VI-22).

Si hacemos historia desde el justo Abel hasta Jesucristo, veremos que "así persiguieron a los profetas" (12). "¡Jerusalén, Jerusalén, -clamaba Jesús en vísperas de ser crucificado- la que mata a los profetas y apedrea a los que te han sido enviados ...!" (Mth. XXIII-37).

Y si repasamos la historia desde los Apóstoles a nuestros tiempos, y nos trasladamos de este día hasta la predicción escatológica del Apocalipsis, hallaremos que esta persecución ha bañado mil veces la tierra y la bañará mil veces más con las lágrimas y la sangre de los justos.

b) "... porque de ellos es el Reino de los cielos".- La misma recompensa que abre esta preciosa unidad temática, es la que la cierra. Ella lo es todo.

Para merecerla hay que padecer por la santidad, la justicia, "por mi causa", dice Jesús, y ser atacado "mentientes", calumniosamente, es decir, sin causa nuestra o pretexto suministrado de nuestra parte.

Afirma Santo Tomás que esta heroicidad, por ser lo más perfecto, es fruto de todos los dones del Espíritu Santo (I-II-69-3-5).

La palma del martirio, sea éste inmediato por el derramamiento de sangre o sea prolongado por una vida de heroica virtud como la de los Confesores, es gloriosa y tiene gran recompensa en el cielo. Pero cuesta dar testimonio de Cristo con la palabra y con la conducta; esto es, "confesarlo delante de los hombres para merecer ser por El confesado ante el Padre Celestial y todos los Ángeles" (Cf. Luc. XII-8).

Aquí también un gozo sobrenatural invade al mártir por anticipado: "gozáos y regocijáos, pues vuestra recompensa es grande en los cielos". "Dad saltos de placer" - dice en San Lucas con gráfica expresión - "porque así fue como sus padres hacían, con los Profetas", es decir, porque esta es la señal de que habéis sido asimilados a los mártires y aceptados por Dios como tales.

Los Apóstoles fueron más lejos: más que de su elevación al martirio, se gozaron de haber glorificado a Cristo con sus padecimientos: "Ellos se iban de la presencia del Sanhedrín, gozosos por haber sido hallados dignos de ser afrentados por causa de tal Nombre (de Jesús)" (Act. V-41).



R.P. Manuel Robledo Gutiérrez. E.D.


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