martes, 15 de octubre de 2013

Las bienaventuranzas (cont).

5a-"Bienaventurados los misericordiosos... " (Cf. Ps. CXL-5). Por misericordia bajó el Hijo de Dios a este mundo y "pasó haciendo el bien"a los hombres, pues "se compadeció entrañablemente de ellos porque andaban como ovejas que no tenían pastor"; "se le enternecieron las entrañas... pues andaban deshechos y echados por los suelos como ovejas que no tenían pastor". (Cf. Act. X-38; Mc. VI-34; Mth. IX-36). ¡Inmensa era la miseria del hombre sobre la tierra y conmovió al Divino Corazón del Verbo Encarnado!

Luego la misericordia es la moción del corazón ante la miseria (miseris corda: los corazones a favor de los miserables).

Siendo esta humanidad una variante de cualidades y defectos, de capacidades y de ineptitudes, de haberes y carencias, Jesús, inclinando su perfección y omnipotencia hacia nuestros defectos e indigencias, nos enseña a descender hasta lo que en relación a nosotros aparece como bajo y a socorrer al que tiene menos que nosotros, y ser nosotros ayudados de quienes más recibieron.

No quiso el Señor remediar todos los males físicos ni equilibrar el reparto de bienes materiales, porque a todos nos reservó qué hacer en beneficio de nuestros hermanos y a otros en beneficio nuestro.

La repartición desigual de bienes y capacidades que ha determinado la Divina Providencia, exige la interdependencia de los hombres, y ésta, en su obligada conjugación, constituye a la perfecta sociedad.

Mas donde brilla lo que Jesús llama misericordia, es cuando el prójimo se halla desvalido y el que puede más le tiende la mano con amor sobrenatural nacido del Don de Consejo.

El Catecismo nos muestra una lista de catorce oportunidades que tenemos para ejercer obras de misericordia sobrenatural: siete en favor del alma y siete en favor del cuerpo. Cristo mismo las ha dictado en el Sermón de la montaña y repite en su profecía escatológica que por ellas seremos juzgados (Cf. Mth. V-VIVII-VIII; Luc. VI-37-38; Mth. XXV-34-46).

Y seremos por ellas juzgados, ya que, aunque el Catecismo nos advierte que "se llaman de misericordia porque no se deben de justicia", añade inmediatamente que "obligan de precepto en necesidades graves a juicio de discretos" (Rip. Decl.).

b) "... porque ellos alcanzarán misericordia".- El Apóstol Santiago nos dice que la misericordia triunfa sobre el juicio (Jac, II-13). No hace más que transmitirnos con frase paralela la misma bienaventuranza que oyó de labios de su Divino Maestro.

Y el mismo Señor, glosando su propia doctrina, enseña: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará: medida buena, apretada, remecida y rebosante se os dará en vuestro seno, porque con la misma medida con que midiereis, se os medirá recíprocamente a vosotros". (Mth. VI-37-38).

Infinitamente consoladora será la sentencia que dictará el Juez Universal en favor de los misericordiosos: "Venid, vosotros, los benditos de mi Padre ... "; pero será infinitamente aterradora la que fulminará en contra de los inmisericordes: "Apartáos de Mí, malditos ... " (Cf. Mth. XXV-34-41); "porque -apunta Santiago- el juicio será sin misericordia para quien(es) no usa(ron) de misericordia" (Jac. II-13).


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