viernes, 20 de mayo de 2016

La Generación del Verbo (cont.)




Al narrarnos la conclusión del ministerio público del Verbo Encarnado entre los hombres, San Juan hace una glosa de Is. VI 9-1O, cuando el Profeta "vio su gloria y habló de El"; consigna estas palabras de Cristo: Yo vine como luz al mundo, para que todo el que crea en Mí no quede en tinieblas" (Jn. XII-41; 46). Mas las tinieblas voluntarias: "Cegó sus ojos y endureció su corazón" (Is. VI.9), son elemento esencial del abandono y la condenación, según las palabras del mismo Verbo: "para juicio vine yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos" (Jn. IX-39).

Y desde su nacimiento comienza a cumplirse este amargo vaticinio. Nace en una cueva fuera de la ciudad y tirita de frío sobre un pesebre, "pues no había para ellos lugar en el mesón" (Luc. II-7). Belén, "Casa del pan", rechaza al "pan vivo bajado del cielo" (Jn. VI-51); en esa noche obscura prefiere ser tinieblas y no luz: "amaron los hombres más las tinieblas que la luz, porque eran malas sus obras" (Jn. III-19).


(6,7, 8).---Como las olas con su vaivén invaden y realmente las arenas de la playa, así inundan nuestra alma las ideas de San Juan: vienen con ímpetu incontenible y se retiran para volver a atacar con el mismo tema pero con novedad perpetua. Las ideas expuestas en los versículos 1 al 5 cobran nueva vida y descubren nuevos horizontes después del paréntesis sobre el Precursor.

9/a.- “Existía la luz verdadera”.- Pues cualquier luminosidad de la Gracia, aun la misma santidad del Bautista, no es más que un reflejo tomado de la luz verdadera, del foco central y generador que es el Verbo. Este es la luz.

9/b.- “la que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre".- En esta frase sintetiza el Hagiógrafo el programa de la Redención: venir Dios al mundo para salvar a todos los hombres.

10.-En el mundo estaba y el mundo fue hecho por El y el mundo lo no le conoció.-  Nueva queja, nueva idea que se acerca a la revelación de la Encarnación: su obra, la creación del mundo, recibe su visita; pero el mundo no le recibe, como si no lo conociera.


Este mismo balanceo del constante pendular del pensamiento joánico, nos transporta ahora a la omnipresencia del Verbo en la creación, por esencia, presencia y potencia: "en el mundo estaba". Siendo su Creador, su sello inconfundible ha quedado grabado en todas sus obras. Mas el hombre, obra, maestra de la creación, penetró la obra ignorando al Autor; tan hermosa y perfecta es, que se encantó en ella y no quiso ver al Artista. Y no obstante, la creación entera, que "pregona la gloria de Dios" (Ps. XVIII-I), es un libro abierto en el cual está escrito el Nombre del Creador: "no son palabras ni discursos cuya voz no se perciba" (Ib.4), ya que “las cosas invisibles de Dios desde la creación del mundo están a la vista, entendiéndose en las obras tanto su sempiterna virtud como su deidad" (Rom. I-20-21). Sin embargo. "'el mundo no le conoció" y por esto los hombres resultan "inexcusables” (lb.) "Necios, en efecto, ingénitamente son todos los hombres en quienes no se halla el conocimiento de Dios y que, arrancando de los, bienes visibles no fueron capaces de conocer AI-Que-Es;. . . Si tanto lograron saber, que acertaron a conocer el universo, ¿cómo al Señor de todo esto no lo hallaron con mayor facilidad? (Sap. XIII-I-8).


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