miércoles, 25 de diciembre de 2013

La Natividad de nuestro Señor Jesucristo.

La natividad de nuestro Señor Jesucristo.


Presentación:


Las presentes consideraciones sobre el Evangelio de San Mateo no pretenden ser una exégesis ni un comentario. Podríamos llamarlas "Catequesis", pues han nacido de la explicación que en la Academia "THOTOKOS" que establecen las Hermanas Eremitas de Dios, hemos dado al pueblo tomando como base una traducción personal sacada de la Vulgata Latina.

No obstante su sobriedad y la premura con que fueron redactadas, nos es grato darlas a la imprenta para que aprovechen a otros cristianos más.

La creciente necesidad que muestra el pueblo de conocer más íntimamente la Sagrada Escritura, se convierte, progresivamente, en un verdadero "signo de los tiempos", y nos sugiere el retorno a las catequesis homilécticas de la era patrística para partirle el Pan de las verdades divinas, sobre una firme base. Si hemos aprendido la Teología concluyéndola, mediante el Magisterio, de la Divina Revelación (Tradición Apostólica y Biblia), resultará muy provechoso para el pueblo vaciar la Teología en su fuente primordial y con ella presentar esta Divina Palabra en su diáfana originalidad sin peligros de desviaciones y sin dejar resquicios que siempre aprovechan los heterodoxos para confundir a los católicos torciendo el sentido de la Escritura; más aún, debemos salir al encuentro de sus habituales objeciones.

Lo que pudiera decirse de cada frase del Capítulo que hoy hemos tomado, es inagotable. La nuestra es una somera vista panorámica, pero confiamos que bastará para afianzar en su fe católica a todos los lectores de quienes nos suscribimos afectísimos en Cristo.


P. Manuel Robledo Gutiérrez, E.D.


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EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO.


CAPITULO 1.


Libro de la generación de Jesu Cristo, hijo de David, hijo de Abraham.

Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá, de Tamar, engendró a Farés y a Zarán. Farés engendró a Esron. Esron engendró a Arán. Arán engendró a Aminadab. Aminadab engendró a Naasón. Naasón engendró a Salmón. Salmón, de Rahab, engendró a Booz. Booz engendró, de Ruth, a Obed. Obed engendró a Jessé, y Jessé engendró al Rey David.

Mas el Rey David engendró, de aquella que fué mujer de Urias, a Salomón. Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abías. Abías engendró a Asá. Asá engendró a Josafat; Josafat engendró a Jorán. Jorán engendró a Osías. Osías engendró a Joatán. Joatán engendró a Acáz. Acáz engendró a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés. Manasés engendró a Amón. Amón engendró a Josías. Y Tosías engendró a Jeconias y a sus hermanos en la transmigración a Babilonia.

Y, después de la transmigración de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel. Salatiel engendró a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud. Abiud engendró a Eliacin. Eliacin engendró a Azor. Azor engendró a Sadoc. Sadoc engendró a Aquim. Aquim engendró a Eliud. Eliud engendró a Eleazar. Eleazar engendró a Matán. Matán engendró a Jacob: y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que se llama Cristo.

Así que todas las generaciones, desde Abraham hasta David, son catorce; desde David hasta la transmigración de Babilonia, son catorce, y desde la transmigración de Babílonía hasta Cristo son catorce.

-A-

Bastaría el primer capítulo para que el propósito de San Mateo se hubiera cumplido amplia y satisfactoriamente, pues en el deja demostrado que Cristo es hombre y que es Dios.

Examinaremos la primera parte de esta tesis, cuyas pruebas se contienen en la primera perícopa de este primer Evangelio.

San Mateo, como judío y alcabalero conocedor de todos los estratos sociales del judaísmo de su época, sabía que no era reconocido como judío sino aquel que había nacido judío y que el pueblo de Israel, depositario de la promesa hecha por Dios a Abraham y a los subsiguientes Patriarcas, de que de ellos nacería el Redentor, no admitiría un Mesías que no fuera un auténtico exponente de su raza.

Por esta razón, desbarata anticipadamente todo prejuicio y abre paso a las demás narraciones y doctrinas de Jesús, demostrando por la vía incontrovertible de las genealogías, que Jesús es hijo de David, hijo de Abraham". 

Sistemáticamente e ingeniosamente presenta tres series de "catorce generaciones cada una: de Abraham a David de David hasta la transmigración de Babilonia y de ésta hasta el nacimiento del Redentor.

Algunos creen que el número catorce es empleado por ser el primer múltiplo del numero siete, que es simbólico en el Antiguo Testamento. Otros, no menos ingeniosamente, creen que se empleó el número catorce por ser la suma que arrojan las letras en significación numérica del nombre de David (DWD = 4 + 6 + 4 = 14). Lo cierto es que ese número de generaciones bastó para satisfacer a sus contemporáneos, conocedores de este sistema y testigos de la ascendencia de Jesús. Y también es cierto que, tanto el número de generaciones como el orden de las sucesiones no coinciden totalmente con las que entrega San Lucas, quien pone, no 14 X 3 = 42, descendientes, sino un numero superior (77 gr.-76 Vg.), y procede por orden ascendente.

La solución a esta divergencia ya se ha dado: San Mateo excogita ingeniosamente los principales ascendientes de Cristo desde Abraham hasta San José y utiliza la vía legal que le confiere la misteriosa paternidad de San José; en tanto que San Lucas procede con mayor rigor desde Cristo hasta Adán. En cuanto a las divergencias que se notan en los nombres de ciertos progenitores, pueden ser explicadas por la aplicación de la Ley del Levirato, que consideraba dos padres para el engendrado: el esposo muerto sin sucesión y el hermano o pariente cercano que da sucesión al muerto. (Cf. Deut XXV-5-l0). Así explican los Santos Padres que San Mateo llame al padre de San José "Jacob" en tanto que San Lucas le llama "Helí" (III-23).

También es notable en estas genealogías que se introduzcan los nombres de cuatro mujeres: Tamar, Rahab, Ruth y Betsabé, las cuales, o por su origen racial o por su conducta, tienen alguna tacha en las narraciones del Antiguo Testamento.

La razón es doble: dar a la mujer en el Nuevo Testamento el sitio y reconocimiento que se le negaba en el Antiguo, y demostrarnos que el Mesias vendría a salvar no sólo a los justos, sino también a los pecadores, al grado de emparentar con personas que, aunque infamadas, reconocieron la grandeza de Dios y se acogieron humildemente a su misericordia, como nos revelan estas conmovedoras palabras de la meretriz de Jericó a los exploradores israelitas: "... el Señor vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. Y ahora, ya que os he tratado con misericordia, juradme por Dios que vosotros también trataréis con misericordia a la casa de mi padre ... ", (Jos. II-12). Su persona, su fe y sus buenas obras fueron celebradas en el Nuevo Testamento por San Pablo: 'Por la fe, Rahab, la prostituta, no pereció con los incrédulos, por haber recibido en paz a los exploradores"; y Santiago Apóstol dice: "Rabab, ¿no se justificó por las obras al recibir a los mensajeros y hacerlos salir por otro camino? (Hebr. XI-31; Jac.II-24-26).

En contraposición a esta buena voluntad, Nuestro Señor Jesucristo anatematizaría la soberbia de quienes se juzgaban a sí mismos como merecedores de la eterna salvación por su pureza legal y de linaje: "En verdad os digo que los publicanos y las rameras se os adelantan en el Reino de los Cielos" (Mth. XXI-31). Y no es por canonizar la condición de estos pecadores, sino por alabar el arrepentimiento que atrajo hacia ellos la sobreabundancia de la gracia. (Cf. Luc. XVIII-14; VII-47-48).

-B-

Notemos, finalmente, que el ritmo de exposición de las generaciones de la relación de padres a hijos y de hijos a padres que San Mateo invariablemente ha sellado con el verbo "engendró", se rompe al llegar a San José: "José, el esposo de María, de la cual nació Jesús... ". Clara excepción del orden natural con que un hombre entra a este mundo: se nombra a la Madre, pero no se nombra al Padre; se nombra al Esposo pero no se nombra la generación: Madre desposada, hijo sin padre, que sin embargo entronca legal y limpiamente en la genealogía davidica. ¡Gran misterio que a continuación nos explica el Evangelista!


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