miércoles, 4 de diciembre de 2013

Preparemos la navidad (cont).

O ADONAI. .. !

(Segunda Antífona Mayor del Oficio Divino en Adviento)

Día 18 de diciembre.

¡Oh Adonai y Guía de la Casa de Israel, que apareciste a Moisés en el fuego de la zarza ardiente y le diste la Ley en el Sinaí! Ven a redimimos con brazo poderoso.


Comentario.

Cuando nos dirigimos a Dios para expresar su grandeza, llamámosle YAHWEH; (Dios en Sí mismo); mas cuando le invocamos como creaturas para patentizarle y reiterarle nuestra dependencia, le llamamos ADONAY (Dios soberano con relación a sus creaturas ).

El primer Nombre Divino significa "El-que-Es", el que existe por Sí mismo y tiene en Sí la plenitud del ser, fuente primordial, principio no causado, el Absoluto. Con este título devélanse a nuestra contemplación el esplendor de la gloria divina y el abismo inconmensurable de su infinita perfección.

El segundo nombre, "Adonai", es formado por la radical Adón, Señor y el posesivo "i" en su forma alargada "ai". Su significación completa es "Mi Señor" o, en vocativo, "Señor Mío".

Este segundo nombre lo acoge la Liturgua para implorar el nacimiento temporal del Verbo Encarnado, para poner ante su Divino Acatamiento la necesidad que tiene la miseria humana de misericordia y redención. Parece clamar como el Salmista: "Alzo a los montes (al cielo) mis ojos, ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio del Señor viene, hacedor de cielo y tierra" (Ps. CXX-1-2).

Al mismo tiempo le presenta su Señorío absoluto y nuestra incondicional dependencia: "mi Señor". Por tanto, le pide su favor y defensa "con mano poderosa y brazo extendido" (Deut. V-15); pide la salvación de "lo Suyo"; salvación que realizará Adonai al venir a nuestra tierra en su Nacimiento temporal. Es este el inicio de la Redención que nos rescató del poder del enemigo malo.

Aludiendo a esta situación y urgencia, la Iglesia hace recuento de las primeras manifestaciones de Dios hacia su pueblo cautivo: Al pactar Yahvéh con Abraham, le convierte en Padre de muchas gentes -naciones- y le promete al Redentor (Cf. Gén. XII-1-3).

Al pactar con Jacob en la visión de la escala, prometió guiarlo en sus caminos (Gén. XXVIII-15). Dios no lo abandonó jamás.

Esta promesa se prolonga en favor de sus descendientes. Guía Dios a su pueblo por el desierto con una columna que los cubría de los ardores del sol por el día y les alumbraba como el fuego en las tinieblas de la noche; lo proveyó de comida para saciar sus necesidades temporales. (Cf.Ex. XIII-27-22; XIV-XVI).

San Pablo hace un tránsito de lo temporal a lo espiritual para revelamos en sentido pleno de tipificación de esas figuras: "Todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y en el mar, y todos comieron un mismo manjar espiritual y todos bebieron una misma bebida espiritual, puesto que bebían de una piedra espiritual que los seguía; y la piedra era Cristo" (I Cor. X-2-4).

"Los seguía": luego Cristo-Dios fué el conductor de Israel hacia un destino espiritual, el sostén de su pueblo con comida y bebida espirituales, quien asimiló a su pueblo en uno solo consigo, poníendo a Moisés al frente, haciéndoles caminar bajo la nube y pasar a pie enjuto por el lecho del mar. Figura de otra liberación que obraría, no como "piedra consecuente", sino como Dios encarnado.

No sin misterio se anuncia el Señor a Moisés como liberador de su pueblo y se presenta de modo que pudiera ser identificado, en la plenitud de la Revelación, como ardiendo en una zarza sin consumirla; y desde el fuego escucha su divina vocación.

¿Qué significa la zarza y qué nos quiere decir con el fuego? ¿Porqué, si "nuestro Dios es fuego devorador" (Hebr. XII-29), no se consume la zarza y el fuego no se extingue?

El fuego significa la Idea divina manifestada bajo la figura de ese elemento, que desea iluminar y abrasar la tierra con su amor. (Cf. Luc. XII-49). No se extingue porque es la Idea Substancial, Subsistente, Eterna y Absoluta.

La Zarza, planta cuya raíz se hiende en la tíerra significa la humanidad. De ella dirían los Profetas: "La lealtad brota ya de la tierra y la justicia desde el cielo ha mirado" (Ps. LXXXIV-12); y más claramente: "Saldrá un brote de la raíz de Jessé, y un vástago de sus raíces brotará" (Is. XI-1).

Esta vara de la raíz de Jessé, esta zarza, sustentáculo de fuego divino, es María, la Madre del Verbo Encarnado, que con ser una mujer que hiende sus raíces en la raza humana, alberga en sus entrañas al mismo Dios; y siendo Madre no pierde su virginidad, como la zarza no perdió una sola de sus hojas al ser envuelta del fuego sobrenatural.

Para demostrar a Moisés lo sobrenatural del fuego, le fué presentada la zarza intacta; para demostrar a los hombres la divinidad de Cristo, les fué comprobada la virginidad de la Madre. 

Todo esto lo declara la Liturgia cuando canta a María: "En la zarza que viera Moisés sin quemarse, reconocemos conservada tu laudable virginidad" (Off. Parv. B.M.V. ad. Laud. post Natív.).

Pues todas las maravillas de Yahvéh con el Israel según la carne, se cumplieron en la Iglesia, que es el "Israel de Dios", según feliz expresión del Apóstol. (Cf. Gál. VI-16).

Por eso la Iglesia llama al Redentor a un nacimiento espiritual en el corazón de los fieles en esta Navidad; y lo llama con el consolador nombre de Adonay para reconocerse como cosa y posesión Suya. Lo llama Adonay para que haga efectiva en nosotros la Redención y nos muestre su protección con brazo poderoso; para rehabilitarnos a la Ley que, dictada por su Sabiduría en el monte Sinaí, (Cf. Ex. XX-1-17),fué reivindicada en el pesebre de Belén cuando vino en carne "no para abolir la Ley sino para cumplirla" (Mth. V-20), y darle un relieve espiritual por la gracia, pues como enseña San Juan: "La Ley fué dada por ministerio de Moisés, mas la verdad y la gracia fué hecha por el poder de Jesucristo" (Jn. 1-17).



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