viernes, 27 de diciembre de 2013

La Natividad de nuestro Señor Jesucristo (cont).

Mas la generación de Cristo tué así:

Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, fué hallada llevando en  su seno por obra del Espíritu Santo.

Pero José, su esposo, que era justo y no quería ponerla en evidencia, quiso abandonarla ocultamente. Estando él pensando estas cosas, hé aquí que el ángel del Señor se le apareció en sueños diciéndole: José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, pues lo que en ella ha nacido, es obra del Espíritu Santo; dará a luz un hijo y le llamarás con el nombre de Jesús, pues El hará salvo a su pueblo de sus pecados.


-A-

El Evangelista explica la razón de haber sacado de balance el ritmo periódico de las generaciones ya narradas, negando al Santo Patriarca José toda generación y no asignándole descendiente alguno, y, por otra parte, mirando sólo y únicamente a María Santísima como aislada de la secuencia normal en que se incluyen no sólo las mujeres nombradas sino implícitamente todas las que, con los antecesores ennumerados, engendraron justamente a los ya nombrados sucesores. La generación de Cristo no fue como las generaciones de todos los hombres: por la carne y la sangre; sino de modo milagroso y divino, cubriendo el misterio un raro y sobrenatural desposorio.

A fin de explicarnos la generación de Cristo, San Mateo nos narra la perplejidad en que se vió sumergido San José, el Esposo de María, misma pena que nos sirva a todos como testimonio irrefutable de la concepción milagrosa del Salvador.

Para que podamos juzgar, la situación en que se hallaron la Santísima Virgen y Señor San José, debemos considerar el matrimonio de Ellos no a tenor de los cánones del Sacramento Cristiano sino con las leyes del Antiguo Testamento y las costumbres judías de aquél entonces, en que el Matrimonio, aunque sagrado y respetable como institución divina, no había sido elevado a la categoría de Sacramento, sino que conservaba su carácter fundamental
 de contrato natural.

Primeramente se celebraban los Esponsales, que era la promesa solemne de celebrar las Nupcias, pero esto ya era el Matrimonio por la solemnidad que revestía la bendición de los padres. Los esponsales daban derechos y deberes a ambos prometidos, no de futuro como entre nosotros, sino de presente, por lo cual, aunque no era aconsejable ni bien visto, tampoco era reprobable ni infamante el hecho del uso matrimonial entre los jóvenes esposos, ni se tenía por infamada o ilegítima la prole.

Después de los esponsales, la Esposa permanecía aún en casa de sus padres por un tiempo mientras el esposo preparaba la solemne traslación de la esposa a la casa que debería habitar. Esta estancia podía ser, repetimos, o conviviendo en sentido marital, o, de preferencia, no conviviendo.

Poco tiempo después, se hacía la solemne traslación, y en esto consistían las Nupcias. La Sagrada Escritura nos da pormenores de las fiestas que esto ocasionaba, como en la parábola de las diez vírgenes; de los Esponsales y de la bendición de los padres, en el Libro de Tobías; el Cantar de los Cantares es un deliquio entre la Desposada y el Esposo y el séquito de vírgenes de la primera y el acompañamiento de donceles para el segundo.

La situación del matrimonio de José y María, así como las circunstancias de la encarnación del Verbo Divino fueron, más o menos conforme la siguiente acomodación: 

1o - Por vocación divina, María por su parte y José por la suya, hicieron voto de perpetua virginidad.

2o - Por vocación divina y para ocultar a los hombres y al demonio mismo el misterio de la Encarnación, ambos contrajeron matrimonio con pacto previo y secreto de conservar su respectiva virginidad y de velar por la virginidad de su cónyuge.

3o - a) María sabía desde su Concepción inmaculada su vocación a ser Madre del Verbo.

       b) José sabía que él entraba en los designios divinos de la Redención, pero ignoraba el cómo de esa realización y el papel que a El le tocaría desempeñar.

4o - Realizados los Esponsales, María permaneció en casa de sus padres y José en la de los suyos, preparando el solemne traslado de su Prometida.

5o - En este tiempo ocurrió la Anunciación del Ángel y la Encarnación del Verbo, tal como nos la narra San Lucas (Cf. I-26-38) y la visita a Santa Isabel, que duró tres meses (Luc. I-39-56).

6o - a) Al regresar María de las montañas de Judea, ya eran notables en Ella las señales de la maternidad; pero ni antes ni después advirtió a San José lo obrado divinamente en sus purísimas entrañas.

       b) San José, al verla, en vísperas de trasladarla a su casa y celebrar las Nupcias, quedó sorprendido y perplejo y sin pensar nada en contra de su Prometida, pues le constaba que era una Virgen santísima y él, por su parte era justo que por anticipado ponía en práctica la doctrina del Salvador: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados (Luc. VI-37).

          c) Ignorando el misterio pero sabiendo por intuición espiritual propia de un santo que algo divino se operaba en su Esposa, según que el Evangelista dice: "inventa est in utero habens", pero no puede separar la causa: "de Spiritu Sancto"; es decir, que las señales de la maternidad en María eran acompañadas de un halo de divinidad que a leguas denunciaba Quién estaba en el seno de esa Virgen; sintióse indigno e incapaz de preguntarle a Ella, así como de proceder de modo que pudiera infamarla, como fuera rescindir los esponsales; porque su fuerza dentro del proceso matrimonial le hubiera obligado a tramitar un libelo de repudio, con la consiguiente infamacíón de María y las consecuencias trágicas a que obligaba la Ley (Cf. Deut. XXIV-1; Jn. VIII-5).

         d) En esta perplejidad, el Santo Patriarca se inclinó hacia una solución prudente en la cual quedara a salvo el honor de María y su Prole: desaparecer de la escena, aunque el rigor de la Ley cayera sobre él al ser tenido como joven descortés y desobligado.

Aunque esta es una cuestión harto disputada, la secuencia que hemos expuesto nos la sugieren cuatro expresiones de la Vulgata Latina: 1a - "Cum esset desponsata ... " Es decir, prometida en Esponsales.

2a - "Vir ejus"; esto es, "su marido", por los derechos de presente que los Esponsales otorgaban en orden a una vida conyugal propiamente dicha; como que el Evangelista escoge ese término para recalcar que, siendo José el único en derecho, su perplejidad certifica que no ha tenido parte en la Encarnacíón, y que otro hombre distinto a el tampoco pudo haberla tenido.

3a - "nollet eam traducere". En el original griego (o traducción griega del original arameo) se emplea la palabra "diegmatísai" que se traduce "infamarla". Mas la Vulgata latina vierte: "traducere", que significa "trasladar de un lugar a otro".

4a - "dimittere eam" que significa primitivamente "despachar, abandonar", aunque en el uso normal de la Biblia se toma como "repudiar".

Mas José no hubiera podido "repudiarla" conforme a la Ley, porque ésto requería un proceso legal que no permitía el secreto; el Texto dice: "voluit occulte dimittere eam". Luego este proceder oculto sólo podía realizarse sin aparato jurídico; es decir, desapareciendo él mismo de la escena: abandonándola; debe, pues, preferirse el significado de abandono.

La traducción que sugerimos suaviza la tensa situación y permite la acomodación ya consignada más arriba. Son matices de las palabras que procuran legítimamente el honor de María y el decoro con que procedía el castísimo Patriarca en las cosas divinas.

-B-

La solución al problema y el premio inefable a la prudencia y sacrificio de San José, fué la revelación que el Ángel del Señor le hace "en sueños". No se trata de un estado de sopor o de un descanso nocturno, sino de un verdadero éxtasis o rapto espiritual, pues esas son las palabras que usaban los Profetas: Daniel escribe de sí mismo que "tuvo un sueño y pasaron por su cerebro unas visiones mientras se hallaba en el lecho... " y al consignar estas visiones, llámales "visión nocturna", que consistió en una revelación apocalíptica, donde se encierran grandes y terribles profecías. (cf. Dan VII). De los tiempos neotestamentarios profetiza Joel: " ... y vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán ensueños" (II-29), argumento que esgrimió San Pedro ante los judíos para demostrarles el rapto espiritual de que gozaban los Apóstoles henchidos del Espíritu Santo. (Cf. Act. II-l7).

El Ángel llama a San José con su título nobiliario de "Hijo de David", porque la intervención del Santo Patriarca en este misterio daría al Mesías el derecho "al trono de David su Padre" (Luc. I-32), que, aun siendo real y legítimo por parte de María, sería oficialmente reconocido por parte del heredero varón, cual era San José.

El mensaje se endereza a disipar toda duda y a definirle la misión que la Divinidad le encomienda: le anima a concluir las solemnidades de las nupcias: "accipere" y le constituye de parte de Dios en verdadero y legítimo esposo de la Madre de Dios, " ... Maríam, conjugem tuam".

Las siguientes palabras revelan el misterio: "quod enim in ea natum est, de Spiritu Sancto est": "porque lo que en Ella ha nacido, obra es del Espíritu Santo". Y en estas otras se le otorga una misteriosa paternidad sobre el Verbo Encarnado: "dará a luz un hijo y le llamarás con el nombre de Jesús"; pues quien imponía el nombre al niño era únicamente el padre. (Cf Luc. I-62-63).

El nombre de Jesús, "como había sido llamado por el ángel antes de que fuese concebido en el seno materno" (Luc. II-21), en hebreo suena "Y'HOSUA'o YESUA'y significa "Yahvéh es salvación". El Ángel da su significación en la práctica: "porque El salvará a su pueblo ... " Mas para significar la misión espiritual y no política del Salvador, indica que lo salvará de sus pecados; no de la dominación romana, como esperaba el nacionalismo de los hebreos.


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