sábado, 7 de diciembre de 2013

Preparemos la navidad (cont).

O  RADIX JESSE!



(Tercera Antífona Mayor del Oficio Divino en Adviento)

Día 19 de diciembre.

"¡Oh Raíz de Jessé que te yergues como signo de los pueblos, ante quien los reyes imponen 
sílencio a su boca, y a quien invocarán las naciones! Ven a librarnos, ya no tardes".


Comentario.

Después de reconocer y proclamar la eterna generación del Verbo llamándole Sabiduría, y su absoluto dominio de lo creado invocándolo como Adonay, proclama ahora la Iglesia en esta tercera Antífona, la realeza terrena del Redentor al evocar su genealogía directa a partir del Rey David.

Al decir "Radix Jesse", Raíz de Jessé, evoca por el continente lo contenido, ya que el texto de Isaías dice a la letra: "Saldrá un brote de la raíz de Jessé", añadiendo en paralelismo sinonímico: "y un vástago de sus raíces brotará" (Is. XI-1).

Jessé, padre de David, es considerado como la raíz de la dinastía. Sería después destronada y el trono usurpado por un idumeo servil de los dominadores romanos; aparecería entonces como extinguida: su raíz muerta y seca a la consideración del mundo entero.

Mas la savia es conservada en San José, quien por una indefinible paternidad transmite legalmente a Jesús todos los derechos: la regia estirpe davídica revive en Jesucristo, fruto bendito del vientre de María, que es de la misma estirpe, "la esposa Virgen", la vara misteriosa que florece por milagro, la que en sus entrañas le formó con su sangre real.

De este modo, Jesucristo tiene nato derecho al cetro universal. Es "Rey de Reyes y Señor de los Señores" (Apoc. XIX-16).

Y así como un solo hombre sobre quien radica la judicatura de un pueblo, hace converger en su persona las voluntades de todos sus conciudadanos, así también Jesús es el cetro y como la bandera de los pueblos todos y de todas las generaciones. De aquí que el mismo Profeta le contemple como árbitro universal: "Y sucederá aquel día que la raíz de Jessé se erguirá como enseña para los pueblos; vendrán a consultarla las naciones y su morada será magnífica". (Is. XI-10).

Efectivamente, Cristo Rey se levanta como árbitro universal, como signo y bandera no sólo de Israel, depositario de las promesas mesiánicas, sino de toda la gentilidad, que también esperaba la redención del universo, cada vez con más instancia, porque cada día era mayor su miseria y necesidad.

El Apóstol aplica a Jesús estas palabras del Profeta a propósito de la universalidad de la Redención: "Te he puesto como luz de las 'naciones a fin de que seas para salud hasta el extremo de la tierra" (Act. XIII-47; Is. XLIX-1).

Y el mismo Cristo, hablando de Sí y de la consumación de la Redención, se nos muestra como un signo que hará converger todas las cosas a Su Persona: "Y Yo, cuando fuere levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí" (Jn. XII-32).

Si volvemos los ojos al Fundador de esta Dinastía, David, encontraremos su mente fija en los arcanos divinos, y su alma contemplando al Padre Celestial cuando otorga a su Hijo las naciones. Así transmite al mundo entero la revelación sobrenatural de este Decreto Divino: "Promulgaré el decreto del Señor: Díjome el Señor: Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré las naciones por juro de mi heredad" (Ps.II-7-8).

En otro lugar nos expone un doble aspecto del reinado mesiánico: el judiciario sobre quienes le resisten y el pacífico sobre quienes de grado lo aceptan. Sobre los enemigos: "Ha dicho el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que Yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Tu cetro poderoso extenderá el Señor desde Sión: ¡entre tus enemigos levanta el mando!" (Ps, CIX-1-2).Y sobre los que le aman: "Otorga, oh Dios, al Rey tus poderes y tu justicia al Vástago Real: gobierne a tu pueblo con justicia y a tus menesterosos con equidad" (Ps. LXXI-1-2).

La Antífona continúa notando la superioridad infinita de Jesucristo sobre las majestades de la tierra: "Ante El enmudecen los reyes", los que pretendieron desconocer su primacía: "Alzáronse los reyes de la tierra... en contra del Señor y de su Ungido. El que mora en los cielos sonríe ...les habla en su furor. " Mas yo tengo a mi Rey constituido sobre Sión mi monte sacrosanto" (Ps.II -2-4-5-6.).

Las naciones del Universo, deseosas de salvación, ven en Cristo el colmo de sus anhelos de paz y redención. Paz de la tierra, como cantarán los Ángeles en su nacimiento (Cf. Luc. II-14); redención espiritual que lleve a las almas la verdad y la gracia (Cf. Jn. 1-14).

Nosotros también buscamos el imperio de Cristo con amor, pues le deseamos; no queremos incurrir en la necedad de los que se opusieron a su reinado ni de los que pretendieron desechar la piedra angular del edificio; antes deseamos verle venir bajando como rocío de las nubes, entrar mansamente a nuestra sociedad "como Rey pacífico" (Zac. IX-9) (Cf. Luc. XIX-14; Mt. XXI-42; Is. XLV-8).

Y mientras llega la Navidad nos parecen siglos; aquellos siglos que prolongaban la esperanza de los Patriarcas y alargaban los suspiros de los Profetas; aquellos siglos en que densas tinieblas cubrían a la humanidad sobre la tierra y le hacían clamar con más ahínco: "¡No tardes!".

¡No tardes más!, le dice la Iglesia, pues el mundo camina hacia su ruina y se precipita en el abismo de la condenación. ¡No tardes más!, -le decimos las almas fieles- pues te deseamos con ansia para consuelo y aliento en nuestro peregrinar espiritual hacia la Patria ...



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