sábado, 7 de diciembre de 2013

Preparemos la navidad (cont).

O CLAVIS DAVID!


(Cuarta Antífona Mayor del Oficio Divino en Adviento).

Día 20 de diciembre.

¡Oh Llave de David y Cetro de la Casa de Israel, que abres, y nadie cierra, cierras y nadie puede abrir! Ven y saca de la cárcel al que, aherrojado, se sienta en tinieblas y sombras de muerte.

Comentario.

El cuarto "Veni", -Ven-, presenta una antítesis que surge de la consideración del que clama y de Aquel cuya venida se implora.

El que es invocado, el Verbo de Dios, es el poder absoluto; el que clama es la miseria extrema.

La Iglesia nos le presenta ahora llamándolo con el título que en Sí mismo ostenta ante el Vidente de Patmos: "Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, y que cierra y nadie abrirá" (Apoc.III-7).

Al llamarle "Llave de David", indica la potestad absoluta tomando lo poseído por el poseedor, como quien personifica el poder o le identifica en su Ser como un poder intransferible.

De modo paralelo evoca la Iglesia la profecía de Jacob en que su hijo Judá concentra el poder de las doce tribus en vistas a la venida del Mesías que hoy invocamos, diciendo bajo la inspiración divina: "No le será quitado -a Judá- el cetro, ni la primacía de su sede hasta que venga el que ha de ser enviado; El será la expectación de las naciones" (Gén. XLIX-10).

Así también le llama "Cetro de la Casa de Israel", por cuanto Suyo es el poder y el reinado, de tal modo, que éste le es connatural y se le identifica, no sólo por la Casa Real de la cual desciende en su generación humana, sino sobre todo por ser El quien otorgó el cetro y el poder a David. (Cf. II Sam. XII-8).

El poder de ese Cetro, la capacidad de esta Llave, son absolutos: cuanto ha decretado, desde la eternidad lo ha determinado: no existe poder en toda la creación que pueda hacer lo contrario, y ésto por voluntad eterna de su Padre, como nos lo revela el Profeta Isaías: "Pondré la llave de la Casa de David sobre su hombro: cuando abra no existirá quien cierre, y cuando cierre no existirá quien abra" (XXII-22).

Poner o llevar sobre el hombro, en lenguaje de Isaías, equivale a investir, entregar de lleno, confiar, confirmar, dar en posesión lo que por naturaleza le compete. De este modo y con esta expresión le contempla y revela en otro lugar tal como deseamos ahora verle, recíén-nacído en el tiempo, y exclama tiernamente transportado: "Un pequeñito nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado, sobre cuyo hombro descansa su imperio ... !" (IX-16).

¿Qué otra cosa necesitaba la humanidad apartada de su Dios en proporciones infinitas, que el infinito poder de un Díos infinitamente misericordioso, para salvar esa distancia infinita y reconciliarse con su Creador?

Sentada en tinieblas de muerte, aherrojada por Satanás, presa en el averno por el pecado, ha menester la "Llave de David" que abra sus cerrojos y la saque a la luz.

Dice el Salmista: "Sentáronse en tinieblas y entre sombras atados por miserias y por hierros". (Ps. CVI-10).

Mas "la Luz brilla en las tinieblas" (Jn. 1-5), Y se escucha en los ámbitos del tiempo con resonancia en las bóvedas del espacio, la voz del Padre Celestial, que decreta: "Te he constituido y puesto como alianza del pueblo para levantar de nuevo el país, para repartir heredades asoladas, diciendo a los prisioneros: ¡Salid!; a los que están en tinieblas: ¡Mostráos!" (Is. XLIX-8-9).

En este pasaje sublime se halla como en síntesis el programa de la Redención. ¿Quién levanta a la humanidad caída, quién restablece las perdídas heredades de la Gloria, sino Jesús, Cetro de Israel? ¿Quién libera a los prisioneros de Satán, quién disipa sus tinieblas sino Jesús, Llave de David? 

Pero esta humanidad doliente y pecadora ha de obtener su redención si mantiene viva la esperanza de su Redentor; si, reconociendo su extrema indigencia, clama a El por su remedio. Así nos lo indica en versículos posteriores el Salmo antes citado: "Clamaron al Señor en su apuro. Quien los libró de sus tribulaciones; sacólos de tinieblas y de sombras, y sus cadenas hizo pedazos ... pues quebrantó las puertas de bronce y los férreos cerrojos hizo añicos" (Ps, CVI-13-14... 16).

Hé aquí por qué la Iglesia repite su amoroso "Ven", e insiste: porque sabe que el Mesías a quien espera, el Niño que está por nacer, ha sido constituído "para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los prisioneros de la mazmorra, de la prisión a los habitantes de las tinieblas" (Is. XLII-7).

Ese "Ven" de la Iglesia, de las almas; ese "Ven" insistente y doliente, confiado y esperanzado, callado y clamoroso, nostálgico y certero, acabará por conmover las entrañas del Padre, por así decirlo, y nos lo enviará; las entrañas del Hijo y descenderá, las entrañas del Espíritu Divino y nos le presentará en su generación terrena. Descorreráse el velo que ha cubierto la luz desde que el hombre se internó en las caliginosas regiones de la muerte.

Ya lo vislumbraba próximo el Sacerdote Zacarías, padre del Precursor; ya sentía el estremecimiento de esas entrañas divinas movidas a compasión, y cantaba arrebatado: "...por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, por las cuales nos visitará un Sol Naciente de lo Alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombra de muerte..." (Luc. I-78-79).


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