lunes, 30 de diciembre de 2013

La Natividad de nuestro Señor Jesucristo (cont).

Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por su Profeta: Hé aquí que una Virgen concebirá y parirá un hijo y le llamarán con el nombre de Emmanuel, lo cual se interpreta "Dios-con-nosotros".

Levantándose José del sueño, hizo como le mandó el Ángel del Señor y recibió a su esposa.

Y sin haberla conocido jamás, parió Ella a su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús.


-A-

San Mateo, además de haber probado la divina generación del Redentor, confirma su prueba haciendo notar el cumplimiento de una profecía mesiánica anunciada por ministerio del Profeta Isaías (VII-14):

"Hé aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel".

La profecía redunda en la exaltación de María, a quien Dios predestinó para ser la Madre del Salvador, y a quien se declara perpetuamente virgen, esto es, virgen antes de concebir, lo cual no es extraño; virgen al concebir, lo cual es tan imposible, que para que esto se realice es necesario un milagro; y virgen al dar a luz, cosa imposible que también exige un milagro extraordinario. Milagro que Isaías daba al rey Ajaz como demostración de la omnipotencia divina, y al mismo tiempo cimentaba la economía de la Redención con respecto al místico matrimonio que encubría a los ojos profanos la presencia de Dios entre nosotros.

El nombre 'IMMANU-EL que anuncia el famoso vaticinio, nos indica Quién es el que se encarna, y el Evangelista lo traduce intencionalmente para que sepamos que "El Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros" (Jn. I-14),es decir, habitó entre nosotros, pues la traducción que da San Mateo es esta: "Dios-con-nosotros".


-B-

Al ejecutar San José las órdenes del Ángel, entra en los designios divinos y forma parte por su cooperación física e indirecta, de la economía de la Redención. Es constituido Esposo de la corredentora y Padre -con paternidad indefinible pero real y sobrenatural- del Verbo Encarnado.

Sus relaciones con María fueron siempre las que habían sido pactadas por inspiración divina antes de los Esponsales: vivir bajo el mismo techo como dos Ángeles unidos en holocausto de virginidad para gloria de Dios y salvación del mundo.

Lo dice el Evangelista: "Et non cognoscebat eam"; esto es: "y no la conoció jamás". Porque el imperfecto "cognoscebat" significa una acción continuamente repetida o habitualmente sostenida; su negación la niega de continuo, es decir, niega que se hubiera realizado ni antes ni nunca.

La traducción al griego emplea la palabra 'EOS OU: "hasta que", y la Vulgata traduce con el vocablo "donec". La frase entera "et non cognoscebat eam donec peperit ... ", plasma un giro hebráico de negación absoluta, que el griego y el latín no pueden expresar. La traducción castellana del griego o del latín no puede hacerse a la letra porque daría un significado contrario al ya indicado. Para comprender este giro, comparemos con otros pasajes: Un pasaje en que se emplea este giro hebráico con la misma traduccíón, es el del II libro de los Reyes (VI-23): "Igitur, Michol filiae Saul non est natus filius usque in diem mortis suae" ("Por esto, Michol, hija de Saúl, no tuvo hijos hasta el día de su muerte"); quiere decir: todo el tiempo que vivió, no tuvo hijos jamás. "Usque" (= "donec") no Significa que los haya tenido después de muerta.

En Is. XXII-14 se repite el mismo hebraísmo y una traducción semejante: "Si dimittetur iniquitas haec vobis donec moriamini ... " ("No se os perdonará esta maldad"). Así también el perpetuo reinado del Mesías profetizado en el Salmo LXXI-7: "Florebit in diebus ejus justitia et abundantia pacis, donec deficiat luna"; "Florecerá en sus días la justicia, y la abundancia de paz basta que falte la luna"; = la justicia y la paz serán 'perpetuas, pues aunque la luna será destruida en el fin del mundo, Cristo no dejará de ser Díos de justicia y Príncipe de paz.

El uso de este giro semítico enfatiza la concepción virginal de Jesucristo no debida al uso matrimonial, al mismo tiempo que abarca con negación absoluta la condición subsiguiente de ése Matrimonio; quiero decir, que extiende su negativa a toda relación marital posterior a la natividad de Jesús.

Por tanto: la traducción inteligible a nuestra mentalidad, debe ser una de las siguientes:

"... y habiendo dado a luz a su hijo, no fué jamás conocida por José".

"... y sin haber sido jamás conocida por él, dió a luz a su hijo".

"... y sin que fuera jamás conocida por él, dió a luz a su hijo".

Las razones para interpretar esta palabra 'EOS OU en el sentido de negación absoluta y de preferir alguna de las traducciones indicadas, abundan:

a) el carácter esencialmente semítico del primer Evangelio y de su Autor, que usaba el modo corriente del pueblo y daba a su Obra el carácter escriturístico con este y otros giros propios de la literatura sagrada de los judios.

b) La imposibilidad moral de que, quien había sido templo de la divinidad y conservada intacta por el mismo Dios, que tanto aprecia la virginidad; fuera después a entregarse a un hombre. No lo hace la esposa fiel; no lo haría la Esposa del Esptritu Santo aunque legalmente estuviera casada con una criatura, pues más sublimes misterios la exceptuaban de la ley común a las esposas. No lo hace la novia que conserva el amor del novio difunto antes de las nupcias; no lo haría la consagrada a Dios, la Llena de Gracia, de quien serían pálido reflejo aquellas almas a quienes animaba San Pablo a conservarse fieles a un solo Esposo, Cristo: "Os tengo desposados con un solo Esposo, para presentaros cual casta virgen a Cristo" (II Cor. XI-2).

c) No se hubiera atrevido San José, a quien el Espíritu Santo otorga el titulo de "justo", ya que por razones de humildad deseaba desaparecer de la presencia de Aquella a quien consideraba objeto de las divinas complacencias y en quien descubrió después tan formidable misterio.

d) Los hijos, por una ley natural incohercible, se extrañan de su madre si cohabita con otro hombre que no sea el padre de ellos mismos, aunque dicha cohabitación fuera legítima. Es, pues, de Ley natural que la que da a luz a un hijo le conserve siempre el mismo padre y conserve ante él, intacta la aureola de su maternidad. Así María respecto a los castísimos misterios habidos con el Espíritu Santo con respecto a Jesús: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por tanto, lo que nazca de tí, será llamado el Santo, el Hijo de Dios" (Luc, I-35).

e) La Sagrada Escritura predice la perpetua virginidad de María: "Esta puerta estará cerrada: no se abrirá y hombre no pasará por ella, porque el Señor Dios ha entrado por ella, y quedará cerrada" (Ez. XLIV-2). El Verbo entró en María no menoscabando sino aumentando la gloria de su virginidad. Jamás criatura humana se atrevería a pensar siquiera, que podría mancillar el Arca del Señor.

f) Vemos también una figura del Seno virginal de María, en el Santo Sepulcro, "nuevo, en el cual nadie todavía había sido puesto. Allí... pusieron a Jesús" (Jn. XIX-41-42). Así fué concebido Jesús en un seno virginal. Sabemos que Cristo resucitó y salió del sepulcro sin remover la losa (Cf Mth. XXVIII-2); así también nació: sin lesionar el sello virginal de su Madre. Nos consta, además, que nadie más fué sepultado en el Sepulcro de Cristo; también nos consta, por la Tradición de los cristianos, que el Santo Sepulcro se respetó y se ha venerado hasta el momento presente. Así en el seno de María: no volvió a concebir jamás porque ella jamás lo intentó ni siquiera con el pensamiento, conociéndose a sí misma como morada del Altísimo.

g) La Tradición de la Iglesia ha expresado ininterrumpidamente la perpetua virginidad, como consta en todos los apócrifos y en los comentarios unánimes de los Santos Padres.

h) La Liturgia celebra a María acomodándole alegóricamente la manifestación de la Zarza Ardiente (Cf. Ex. III-2): "En la zarza que viera Moisés sin quemarse, reconocemos conservada tu laudable 'virginidad" (Off. parv. B.M.V.).

i) El común sentir de los fieles la afirma desde los tiempos apostólicos, y comparan el paso del Verbo Encarnado por las entrañas de María, con el paso de los rayos solares a través del más puro cristal, que no sólo se conserva Intacto, sino que se hace más diáfano, y resplandecíente.

Sólo algunos herejes, como Nestorio y Helvidio, se atrevieron en el S.V. a mancillarla. Actualmente el nefando Protestantismo, que en sus múltiples sectas resucita las herejías ya anatematizadas, repite la misma blasfemia, que a los católicos, guiados por una intuición sobrenatural, nos horroriza.



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