lunes, 2 de diciembre de 2013

Preparemos la navidad (cont).

2.-Las Antífonas Mayores "Ad Magnificat".

Desde el día 17 de diciembre hasta el 23, el Oficio Divino entona sendas Antífonas solemnes que con toda razón se llaman "Antífonas Mayores". Mayores por su antigüedad, pues datan del S. VI, y fayores por su solemnidad.

Ellas contienen lo más granado que la Escritura reserva para invocar al Mesías Prometido e implorar su Nacimiento.

Se llaman también "O", porque con esta interjección invocan al Verbo Eterno para que venga a la tierra. A esta exclamación siguen inmediatamente uno o varios títulos de divinidad o mesianismo, y siempre envuelven una llamada insistente: "Ven", expresando una finalidad que es siempre salvífica.

Generalmente se las distingue por el vocativo del primer título: "O Sapientia", "O Adonai",  "O Radix", "O Clavis", "O Oriens", "O Rex", "O Emmanuel".

Para enfervorizar nuestra devoción y ambientar nuestra alma en la preparación de la Navidad, conviene que ahondemos en esta veta riquísima de enseñanzas bíblicas y sentimientos espirituales.

Meditemos una a una estas preciosas joyas de la Liturgia Romana en los días indicados; no sólo para cantarlas devotamente en el Oficio Divino, sino también, y sobre todo, para mantener nuestra alma imbuída en el espíritu de Navidad.

Así nos lo pide el mismo nombre de "Antífona". Antífona signífica un sonar anticipado; es un eco de coro a coro, un reflejo de la idea matriz de esta sublime sinfonía de Navidad, un aliento anticipado que envuelve en su aroma a quienes se aproximan...

Aproximémonos a la Navidad deleitando los oídos de nuestra alma con el eco anticipado del Gloria de los Angeles; despertemos nuestros ojos con el reflejo diamantino del pesebre; impregnemos nuestras almas con el suavísimo aroma de esa noche divina ...

Pidamos el privilegio de ser atraídos hacia el Divino Infante, repitiendo las palabras de la  Esposa de los Cantares: "Atráeme hacia Tí; correremos en pos de la fragancia de tus perfumes" (Cant.I-3).

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O SAPIENTIA!


(Primera Antífona Mayor del Oficio DivinO en Adviento)

Día 17 de diciembre.


"¡Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad!, ven y muéstranos el camino de la salvación".

Comentario.

¿Cuál es el sentido de esta invocación que la Iglesia hace a proximidades de la Navidad?

La Sabiduría que invoca no es la sabiduría humana que el Apóstol llama "estulticia" (Cf. I Cor. I-18-25), la cual no procede de Dios sino de la prudencia de la carne, ni ordena la creación, antes es su ruina, ni enseña el camino de la salvación, pues que por, ella los hombres se perdieron. Antes al contrario:

Por Sabiduría se designa en los Libros Santos al mismo Verbo de Dios, y la primera Antífona Mayor está basada en el Cap. XXIV del Eclesiástico, donde el Espíritu Santo nos presenta a la Sabiduría eterna mostrando sus atributos y su propio origen con estas palabras: "Yo he salido de la boca del Altísimo".

De la boca procede la palabra, y ésta es expresíón de la idea. Luego la Sabiduría de que trata esta Antífona es el Verbo Eterno o Idea del entendimiento divino, que de modo perfectísimo identifica la esencia misma' de Dios.

Sólo la esencia divina puede ser el objeto adecuado del entendimiento divino, y por ser un conocimiento perfectísimo, es uno, en acto, puro, eterno y exhaustivo. Luego una sola es la Idea que el Padre tiene de su propia esencia: Dios.

La cual Idea, por ser perfectísima, es vital y substancial, no con una nueva substancia divina, pues no puede haber dos substancias divinas; sino en la misma del ser divino del Padre, que es una sola, y llamase por esto "consubstancial".

Y por ser Vida Consubstancial concebida eternamente en el entendimiento del Padre, es esta una generación eterna. Luego el Verbo es, con toda verdad y propiedad, Hijo Eterno del Eterno Padre., "El Verbo es Dios" (Jn. I-1).

En la inmanencia divina, "el Verbo es cabe Dios" (Jn. I-1), "irradiación esplendorosa de la eterna lumbre y espejo inmaculado de la energía de Dios y una imagen de su bondad" (Sap, VII-26), "resplandor de su gloria y sello o imprompta de su ser" (Hebr. 1-3), o como expresa el Credo, "Luz de Luz".

Pero así como el Padre, saliendo de su inmanencia, expresa su poder omnipotente en una operación "ad extra" que se llama creación así también el Verbo, prodigándose fuera del entendimiento divino, se manifiesta "ad extra" en relación a esa obra del Padre, y se realiza lo que San Juan sintetiza en esta frase: "y el Verbo se hizo carne" (Jn. 1-14).

Así es cómo la Idea se manifiesta en una misión temporal y el Verbo-Idea (LOGOS ENDIATHETOS), se convierte en Verbo-palabra (LOGOS PROPHORIKOS): idea sensibilizada o mensaje personificado del Padre, conforme a esta explicación de San Pablo: "Dios, que en los tiempos pasados muy fragmentariaria y variadamente había hablado a los Padres por medio de los Profetas, al fin de estos días nos habló a nosotros en la Persona de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por quien hizo también el universo" (Hbr. 1-1-3).

Su generación eterna es expresada por el Libro de los Proverbios: "Desde la eternidad fuí constituída... antes de los collados fuí dada a luz" (VIII-23-25).

La unicidad del Verbo en la generación eterna es expresada por el Eclesiástico cuando escribe: "En el círculo celeste he rodeado sola y en lo profundo del abismo me he paseado". Es lo mismo que expresa la Iglesia por la Antífona: "abarcando del uno al otro confín", dada la inmensidad de la esencia divina; pues "Dios -según la preciosa figura de San Anselmo-, es un círculo cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia, en ninguna".

Y su relación con la creación en acción conjunta con el Creador, la hallamos en los Proverbios con una poética secuencia: "Cuando preparaba los cielos, allí estaba Yo... junto a El estaba Yo como artífice" (Ib. 27-30), siendo su acción divina como abarcando con influjo bienhechor todo cuanto existe: "y como la niebla he cubierto la tierra" (Ecl. XXIV-5). De ahí que, tomando la Antífona otra aseveración de los Libros Santos, contemple a la Sabiduría como "abarcando de extremo a extremo vigorosamente y gobernándolo todo con suavidad" (Sap. VIII-1).

Pues bien, es el Padre quien ha enviado a su Hijo a la tierra: "Me ha dado orden el Creador de todo... y dijo: ¡Pon tu tienda en Jacob y sea tu heredad Israel" (Ecl. XIV-12-13); y al hacerse hombre y habitar entre nosotros (Cf. Jn. 1-14),ha colmado sus delicias (Cf. Prov. VIII-3l) y dice de Sí mismo: "En la Ciudad Amada me ha hecho descansar y en Jerusalén está el asiento de mi poder; he arraigado en pueblo ilustre, en la porción del Señor; heredad suya ... " (Ecl. XXIV-11-12).

En esta Navidad constataremos el cumplimiento de la Profecía cuando contemplemos a Dios encarnado, envuelto en pañales y reposando sobre mísero pesebre (Cf. Luc. II-7), precisamente en Belén, patria de David, de donde había de surgir el Caudillo que con poder divino regiría los destinos de Israel (Cf. Mth. II-5; Miq. V-2).

La Iglesia implora en esta Antífona al Verbo ya encarnado, padecido y subido a los cielos: "ven y muéstranos el camino de la salvación". Porque a la primera venida, cuando su nacimiento en Belén, sucederá la segunda en su advenimiento escatológico; pero en aquellos "bienaventurados que sin ver creyeron" (Jn. XX-29) ha de cumplirse místicamente el primer advenimiento naciendo por la gracia en sus almas como entonces en el pesebre, y enseñándoles el camino del cielo -que esta es la verdadera sabiduría: juzgar de Dios y de las cosas divinas- para salir a su encuentro con gozo el día de su retorno triunfal.

Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap. XXII-20).



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