miércoles, 27 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)



c).- Sobre la intercesión, ya sabemos, y es dogma de fe, que “tenemos un solo Abogado ante el Padre” (Cf. I Jn. II – 1) el cual, sentado a su diestra, “vive siempre para interceder por nosotros” (Cf. Hebr. VII – 25).

Mas la santidad participada de Cristo a sus fieles servidores, es objeto de su amor benevolente, y por amor a estos justos bien puede hacer misericordia hasta por Sodoma y Gomorra (Cf. Gén. XVIII). ¿Cuánto más si se les pone de intercesores ante Cristo para alcanzarnos los medios que necesitamos en la obra de nuestra salvación eterna?.

En la Escritura consta la intercesión de los Santos: Moisés intercede por el pueblo en lucha (Ex. XVII – 11-13); Job es designado por el mismo Dios para interceder por sus amigos (Job XLII – 8); Jeremías, después de muerto, vela desde el Cielo por Jerusalén y la seguridad  de Israel (II Mac. XV – 12-16), los Ángeles presentan a Dios las oraciones de fieles (Apoc. VIII – 4); María Santísima intercedió por los esposos de Caná y Cristo realizó por sus ruegos el primer milagro público y creyeron en Él sus discípulos (Jn. II).

Nada quita a la gloria de Cristo esta intercesión accidental y participada de la Suya;  antes la manifiesta y engrandece.

En el día de Pentecostés, María estaba reunida en el Cenáculo con los Apóstoles y otros fieles (Act. I – 14). De aquí que los primeros cristianos acostumbraran recurrir a la Virgen mientras vivía bajo el cuidado de San Juan (Cf. Jn. XIX – 27), y siguieron recurriendo a Ella después que, dejado este mundo, fue elevada a los cielos. Así se comprueba en un papiro procedente del siglo III de nuestra era, que contiene escrita esta oración que se ha repetido en la Iglesia hasta nuestros días: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches nuestros ruegos, pues te los dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita”.


 ¿Qué dirá Gonzalo Vega ante esta oración que él mismo repitió en su juventud? ¿Qué está contra el Evangelio? Oiga los que pensaban los primeros cristianos, por la boca del gran sabio y mártir Orígenes: “Nadie puede comprender el Evangelio (de San Juan) si no ha reclinado su cabeza sobre el pecho de Jesús y no ha recibido de Él a María como madre” (In Jn. 1-6). 


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