lunes, 4 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




C.- REPUDIAN EL SACRIFICIO DE LA MISA Y LA EUCARISTIA

a) La Misa

La Biblia, palabra de Dios infalible e inapelable, nos enseña la celebración de la primera Misa: "Estando ellos comiendo, tomó Jesús un pan y, habiendo pronunciado la bendición lo partió y dándolo a sus discípulos, dijo: "Tomad y comed: esto es mi cuerpo. Y habiendo tomado un cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo: Bebed de él todos porque esta es mi sangre de la alianza, que por muchos es derramada para remisión de los pecados ... " (Mth. XXVI- 26-28).

La Misa esencialmente consiste en la consagración, antecediendo su ofrecimiento y concluyendo con su consunción. Esto fue lo que Jesús hizo.

Y dio el mismo poder a los Apóstoles: "Haced esto en memoria mía" (Luc.XXII-19).

En el establecimiento de la Iglesia, los Apóstoles celebraban la Misa con los primeros cristianos: "Y perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones." (Hechos, II- 42).

Esto mismo lo enseñó San Pablo a los fieles: "Yo recibí del Señor lo mismo que os trasmití a vosotros: que el Señor Jesús, la noche que era entregado, tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en memoria de Mí" Asimismo el cáliz después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi Sangre; haced esto cuantas veces bebiereis, en memoria de Mí". (I Cor. XI- 23-25).

La Consagración obra el milagro de la Transubstanciación: la substancia del pan y la substancia del vino, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, permaneciendo los accidentes de las especies sacramentales esto es, la apariencia perceptible del pan y del vino.

Los Apóstoles enseñaron esta realidad sobrenatural de la transubstanciación y exigían respeto a los primeros cristianos: "Porque cuantas veces coméis este Pan y bebéis el Cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. De suerte que, quien comiere el Pan o bebiere el Cáliz del Señor indignamente, reo será del Cuerpo y la Sangre del Señor". (I Cor.XI - 26-27).

Y lo repetía enfáticamente: "El Cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? El Pan que partimos, ¿no es acaso comunión con el Cuerpo de Cristo? (I CoroX-16).

Los primeros cristianos participaban de la Misa y comulgaban con la profunda convicción de recibir sacramentalmente la realidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así dice la Didajé: "Reunidos el día del Señor, partid el Pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados a fin de que vuestro sacrificio sea puro" (XIV - 1). Además de este testimonio, está llena la primitiva cristiandad de documentos alusivos a y probativos de la realidad eucarística.

b) La Eucaristía

El culto que la Iglesia rinde a la Santísima Eucaristía, es consecuencia lógica de la adoración que rinde a Cristo cuando se hace realmente presente en la Santa Misa.

Esta presencia real de Cristo es el dogma proclamado por el mismo Cristo cuando identificó el Pan y el Vino con su Cuerpo y su Sangre mediante las palabras de la Consagración con el verbo "es". De modo que, lo que Cristo tenía en sus manos, deja de ser pan y vino y en ese instante se identifica con su Cuerpo y su Sangre, no por la fe de los Apóstoles sino por la realidad con que el mismo Señor Omnipotente los identifica.

Del Pan consagrado en la Misa, una parte se distribuye a los fieles comulgantes y otra es reservada en el Sagrario, principalmente para los cristianos enfermos o encarcelados. Lógico es que, en esta parte no consumida, se conserve el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Grandes conocimientos de filosofía, de teología y una profunda exégesis bíblica, pero sobre todo una fe sobrenatural hacen falta a Gonzalo Vega y a sus asesores protestantes para aceptar este Misterio.

Los primeros cristianos, que sí tenían fe, y por su fe, aunque muchos de ellos eran rudos, intuían lo que los teólogos, los filósofos y los exégetas adquieren por su ciencia; sabían ciertamente que, al comulgar, recibían a Cristo vivo y glorioso tal como está en el Cielo. Y consignan en la Didajé está su convicción entreteniéndose en estos y semejantes coloquios: "Te damos gracias, Padre Nuestro, por la santa viña de David tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús... Nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual y de vida eterna..." (IX - 3 - X).

En contraposición, qué triste es el cuadro con que advierte San Ignacio Mártir a los primeros cristianos de Esmirna, sobre la incredulidad de los herejes: "Apártense también (los herejes) de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la Carne de Nuestro Salvador Jesucristo, la misma que padeció por nuestros pecados, la misma que, por su bondad, resucitóla Dios". (VII- 1).


Pondere ahora el heresiarca hasta qué punto ha reducido a la miseria espiritual a sus adeptos, siendo así que dice el Señor con juramento: "En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn. VI- 54).



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