lunes, 14 de abril de 2014

Via crucis y via matris (cont).

I ESTACIÓN.

(En el Pretorio).
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.


(Besando tierra. - Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste, pues por tu Cruz redimiste al mundo.)


"Jesum autem, flagellatum, tradidit eis ut crucifigeretur" (Mth. XXVII-26).
"Y habiendo mandado flagelar a Jesús se lo entregó para que fuera crucificado".



Alma mía, contempla a la Inocencia misma condenado como un criminal mientras es puesto en libertad un notable malhechor.

Pero esta injusticia encierra un misterio profundo: Jesús, purísimo Cordero de Dios, vino al mundo para quitar los pecados (Jn. I-29). El carga sobre sus espaldas la iniquidad de todas las generaciones (Is. LIII-4) ... Carga tus pecados horrendos y se apresta a servir de víctima para que todos los hombres, para que tú, seáis perdonados.

¡Profundos abismos de la voluntad salvífica de Dios expresados en el plan de la redención! ¡Y es Jesús la víctima voluntaria que por amor a todos los hombres, por amor a tí, recibe con vergüenza esa ignominiosa sentencia.

Jesús sentenciado a muerte para que yo, gran malhechor de la Gracia, sea premiado con la gloria eterna! Sé que padeces la sentencia de muero te que yo merecía, y mientras Tú marchas al cadalso; yo soy puesto en libertad...

(Meditación - basta medio minuto de silencio -. Luego, todos en voz alta: "Señor peque, tened misericordia de mí; pecamos y nos pesa, habed misericordia de nosotros".- "Bendita y alabada sea la Sagrada Vida Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores y angustias que sufrió su Santísima Madre al pie de la Cruz".- Mientras se trasladan a la siguiente Estación, rezan Pater, Ave y Gloria.- Si se desea se puede cantar un Canto Penitencial).


II ESTACIÓN.

(A la salida del Pretorio).
Jesús se encamina al Calvario llevando a cuestas su Cruz.



"Et bajulans sibi crucem, exivit in eum qui dicitur Calvariae locum" (Jn XIX-17).
"Y cargando El mismo su cruz, salió al lugar llamado Calvario".



Así, Jesús amado, así lo anunciabas proféticamente en el Patriarca Isaac, cuando éste subió el monte cargando por sí mismo el instrumento de su propio sacrificio. Pero. ¡ay! qué enorme distancia entre el hombre concebido en pecado, necesitado de reconciliación, y Tú, Hijo de Dios que redimes al mundo pecador...

¿Puede darse, alma mía, mayor demostración de amor y mansedumbre que ser El mismo quien se apresure a transportar su patíbulo?

Es la misma cruz que tus pecados te prepararon, cruz que te quita: para tomarla y hacerla suya, cruz que va a atormentarle pero que El abraza, cruz que debería hundirte en el abismo, pero que El, por su sangre, purifica y convierte en llave del Cielo.

A cambio de la cruz de tus pecados, te da la cruz de la penitencia y te invita a que le sigas fielmente y te muestres su discípulo en la virtud y el dolor.

A vista de la prontitud con que Jesús se abraza a la Cruz, avergüénzate de tu cobardía y pide fortaleza de ánimo para emprender el camino de la reparación.

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").



III ESTACIÓN

(A doscientos metros del Pretorio.)
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.

(Besando tierra.- Adorámoste ...)

"Procidit in faciem suam ... " (Mth. XXVI-39).
"Cayó sobre su rostro".



Así como en el Huerto, así también frente a la "Puerta Judiciaria" ha caído Jesús. En el huerto, por el peso de tus pecados; en el camino del dolor por el peso de la cruz que tus pecados fabricaron.

Y cayó sobre su rostro, el más hermoso entre los hijos de los hombres (Cf Ps. XLIV-3), no sólo por lo largo y pesado de la cruz, sino sobre todo por la pena de llevar sobre sus hombros divinos el cúmulo de maldades que enlodaron la gloria de su Padre.

¡Cuánto pesan los pecados!

El pecado mortal es de gravedad que alcanza proporciones de infinito, porque infinita es la majestad de Dios a quien ultraja.

Su peso, al gravitar sobre la responsabilidad del Redentor, que ha salido fiador ante su Padre, es capaz de rendirlo.

Mas no por eso desiste del propósito de redimirte; se levanta y sigue voluntariamente hacia la muerte.

Y tú, agobiado de tus propios, pecados, ¿seguirás pecando? ¿Tu propósito de apartarte de la salvación, será más poderoso que el de Cristo en conseguírtela?

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").



IV ESTACIÓN.

(Cuarenta metros adelante, en el cruce de una calle).
JESÚS ENCUENTRA A SU SANTÍSIMA MADRE.



(Besando tierra.- Adorámoste ...)

"Juxta crucem Jesu, Mater ejus" (Jn. XIX-25).
"Junto al tormento de Jesús, su Madre".



No solamente al pie de la cruz, como reza el Texto Sagrado a la letra, sino "junto al tormento de Jesús" -como podemos lícitamente traducir en sentido acomodaticio- se hallaba su Bendita Madre.

El tormento comenzó en las entrañas de María, tanto por la humillación de la encarnación, como por las contingencias del desarrollo somático, y María era una sola cosa con El. El tormento continuó en su vida privada y en su ministerio público y María allí estaba. El tormento culminó en el juicio, en el camino al Calvario y en la Cruz y allí se encontraba María.

Contempla, alma mía, a la Madre que, fijando su mirada en los ojos de su Hijo, le entrega el corazón dolorido. Contempla a la vez los ojos del Hijo que beben sedientos de consuelo, esa figura bendita y, con ella, el alma inmaculada para guardarla en el fondo de su ser... ¡Diálogo mudo pero elocuente!

Y el Hijo, que permitió ser confortado por un ángel en el huerto (Luc. XXII-43), recibe aquí fortaleza de su Madre; y la Madre se lleva clavada la pasión del Hijo tal como lo había profetizado el anciano Simeón (Luc. II-3S).

Madre mía, que mi penitencia enjugue una sola de tus lágrimas para que mi alma se impregne de tu pena.

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").




V ESTACIÓN.

(Treinta metros después)
SIMÓN CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR SU CRUZ.



(Besando tierra.- Adorámoste ...)

"Exeuntes autem invenerunt hominem Cyrenaeum, nomine Simonem: hunc angariaverunt ut tolleret crucem ejus" (Mth. XXVII-32).

"Y cuando salían, encontraron un hombre de Cirene, por nombre Simón; a éste le requirieron para que llevase su cruz"



Simón era un pobre hombre, un transeúnte cualquiera (Mc. XV-21) a quien la Providencia Divina depara la dicha incomparable de ayudar a Jesús a llevar la cruz. Parece una casualidad, pero no: es una disposición de la Provídencia.

Pero Simón no comprende esta gracia, porque teme la maldición con sólo tocarla, conforme aquello de la Escritura: "Es maldito de Dios aquel que pende del madero" (Dt, XXI-23); es necesario obligarle. Mas poco a poco, al contacto con esa prenda consagrada por la Sangre del Hombre-Dios, se convence que en la cruz ha encontrado su bendición y salvación por los méritos de Aquel que, tomando sobre Sí la maldición que a nosotros correspondía (Gal. III-13), va a ser clavado en ella.

Y tú, alma mía, que vagando por la vida abominas del dolor, ¿no ves la mano de la Providencia cuando a tu paso te sale la cruz? ¿No ves en ella al Buen Jesús que, llevándola a cuestas, sólo te pide que la toques, como condición para salvarte?

¡Oh, Jesús mío! Aunque mi flaqueza se acobarda, concédeme participar de tu Cruz en la tierra para poder glorificarte en la eternidad.

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").



VI ESTACIÓN.

(Noventa metros más adelante, hoy junto a una casa antigua).
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS


(Besando tierra. - Adorámoste ...)

"Circumspexi et non erat auxiliator: quaesivi et non fuit qui adjuvaret" (Is, LXIII-S).
"Miré en torno mas no había auxiliador; busqué y no había quién me ayudara".



Contempla, alma mía, la hermosa pero afligida y doliente figura del Salvador en ese lúgubre cortejo del Viernes Santo. Viólo en espíritu el Profeta Isaías y preguntóse admirado: "¿Quién es este que viene de Edom, rojos los vestidos de Bosrá... ?" Y dirigiéndose al Mesías: "¿Por qué está roja tu vestidura?" (Is. LXIII-1-2).

No sólo se ha enrojecido la blanca túnica inconsútil con la sangre del Señor, sino también su hermoso rostro y sus mismos ojos: de El escribe el mismo Profeta: "no tiene -ya- ni apariencia ni belleza". (Is. LIII-2). ¡Así le atormenta la corona de espinas que abre fuentes a la preciosa sangre, y de tal modo le han abofeteado los esbirros que no le han dejado parte sana! (Is. I-6).

Jesús, en cambio, con mansedumbre sobrehumana, camina llevando trabajosamente su cruz. El pueblo le rodea con sádica curiosidad, pero nadie le compadece; cúmplese en El la profecía de Isaías: "Miré en torno, mas no había auxílíador: busqué y no hubo quién me ayudara".

Pero sí, Jesús. He aquí a una alma valiente que rompe el cerco de soldados y con su toca enjuga tu divino rostro. Y tú, Rey magnánimo, en premio le regalas tu imagen ímprimíéndola en tres pliegues de ese líenzo ...

Jesús, que yo te confiese públicamente rompiendo el cerco del respeto humano: Tú, entre tanto, graba tu imagen dolorida en el tosco sayal de mi alma ...

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").




VII ESTACIÓN.

(Sesenta metros después, a la salida de la "Puerta del Juicio").
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.


(Besando tierra.- Adorámoste ...)


"Procidit super terram".
"Cayó sobre la tierra". Mc. XIV-35).


Llora, alma mía, al ver que tu Divino Salvador cae nuevamente, agobiado por el peso de la cruz; pero admira la caridad de esta segunda caída.

Porque al caer, expía ante su Padre Celestial tus frecuentes caídas en el pecado, cuando sucumbes voluntariamente bajo el peso ignominioso de tus pasiones.

Observa también que con fortaleza sobrenatural Jesús se levanta. No le obligan a levantarse los gritos y blasfemias de sus enemigos ni el látigo inhumano de los sayones, sino un doble intento de su caridad: el de enseñarte cómo te has de levantar del pecado y el de llegar cuanto antes a la cima del Calvario para ser crucificado por tu amor.

Jesús humillado, víctima inocente por mis pecados, ¡desde el fondo del abismo de mis miserias clamo a tu misericordia! Extiende tu mano poderosa y sálvame, pues quiero levantarme de mi postración espiritual y no puedo por mí mismo. Pero tu gracia lo hará: es gracia que con tantos dolores me granjeaste y que me das magnánimo en ésta tu segunda caída.

Levántate, Jesús mansísimo. Levántate y levántame. Que no vuelva yo a buscar la tenebrosa obscuridad del pecado. Que tenga yo presentes los infinitos trabajos de tu Pasión, para vivir el resto de mi vida en una humilde y silenciosa penitencia.

(Meditación... "Señor, pequé ... etc. ").

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