domingo, 27 de abril de 2014

Via crucis y via matris (final).

11.- IV Estación. - Donde pude encontrar y acercarme a mi Divino Hijo.

En esta encrucijada, con grande esfuerzo, pude acercarme a Él. Se había levantado de su primera caída a fuerza de latigazos y maldiciones; había vuelto a cargar su Cruz y caminaba doliente y ensangrentado.

La Omnipotencia Divina obró milagrosamente para que Yo pudiera situarme al medio, frente a frente de mi Hijo, y para que los soldados, la turba y los Sanhedritas enmudecieran extrañados, para que la crueldad no interrumpiera nuestro último coloquio...

Y así como ellos quedaron detenidos, el tiempo también se detuvo, como si todos hubiésemos entrado a la eternidad. Si fué un instante, no lo sé; si fue una hora, tampoco lo sé... si en carne, si fuera de ella... pero en ese intervalo viví una eternidad de misterio ...

Le vi a los ojos y me miró profundamente... Penetré por sus pupilas ensangrentadas la hondura de su Alma y vi que no podría medirse su dolor. Pero sentí que mi presencia le era confortante... Presencia con presencia, conciencia compenetrada con Conciencia éxtasis de amor doloroso y de amoroso dolor: abismo insondable de comprensión recíproca, de espiritual comunión ....

"Madre mía, - me dijo por conocimiento sobrenatural infuso y mediante esta mirada purísima - no vienes a buscarme como en aquellos días de mí Infancia en Jerusalén, pues bien sabes que hoy, más que nunca, me ocupo y me consumiré en aras de la gloria de mi Padre. Vienes hoy a padecer conmigo. Tu presencia amorosa me alienta a continuar la Obra comenzada, pues en Ti veo cumplidos por adelantado todos los frutos de mi Pasión y de mi Muerte; ya que, en previsión a estos méritos míos, Tú fuiste preservada de la culpa original y adornada en grado sumo de todas las gracias. Si sólo por haberte creado Inmaculada se agotaran los méritos infinitos de mi Pasión, con gusto habría padecido, por cuanto Tú eres la obra maestra de la Creación y de la Gracia, y el compendio místico de toda la humanidad, la figura purísima de la Iglesia.

Con tu entrada a este mundo, con tu Concepción Inmaculada, sellé y confirmé la perpetua enemistad entre Satanás y la Mujer y quebranté por anticipado la cabeza de la infernal Serpiente. Es tiempo ya de dar fin al imperio del demonio y consumar su destrucción arrebatándole los derechos que sobre Adán y sobre los hijos de Adán adquirió por el pecado en el Paraíso. Pago ahora, con esta mordedura mortal en mi Humanidad, el precio de este rescate, pero ¡aviva la esperanza! que Yo saldré victorioso en esta lucha por mi gloriosa Resurrección".

Yo, humillada y confusa por mi nada, sólo sobreviví al dolor porque estaba unida a su Alma y Él me participaba de su fortaleza. Si renunciando a mi propia existencia y volviendo a la nada, hubiera aliviado su infinita pena, con gusto me hubiera aniquilado; pero era Yo parte del plan salvífico, y la Pasión de mi Hijo la esencia misma de la Redención.

"Hijo mío, mi Señor y mi Dios - respondí Yo desde el fondo de mi alma - No quiero gloriarme en las cosas grandes que por amor y reverencia a tu Divina Persona hizo en su esclava el Todopoderoso, sino en tu Cruz y en tu dolor, por los que salvas hoy al mundo. Adoro los designios del Padre y tu Divina Voluntad, que ha escogido por amor este camino, y me uno a tu Sagrada Persona en el Espíritu Santo, para ser místicamente crucificada contigo."

El tiempo volvió a contar. Cristo bajó sus párpados ensangrentados y continuó su camino. Desde su Corazón me comunicó estas palabras que resonaron en el Mío: "Contigo en seguimiento Mío, ya no estoy sólo en el dolor... sigamos juntos, Madre Mía,... ¡hasta la Cruz!"

Dios te Salve, María ...



12.- III Estación.- Donde Jesús cayó por primera vez.

Esta es la "Puerta Judiciaria", donde los ancianos se sentaban antiguamente para administrar justicia.

Cuando mi Divino Hijo pasaba frente a esta puerta, aún estaba Yo lejos y casi no podía mirarle. Se perdió de repente a mis ojos y escuché una sarcástica risotada de la plebe, movida por Satanás, que más parecía el silbo penetrante de la Antigua Serpiente. Esta sería quebrantada en el Calvario, pero antes mordería con furia el calcañar humano del Redentor.

Todo esto me indicó que había caído, y en realidad, cayó golpeando con sus vacilantes manos las recias puertas del añoso recinto.

Contemplé en ello un misterio: Mi Jesús carga las culpas de la humanidad; las puertas de la justicia humana son incapaces de abrirse para Él, porque no es de allí de donde ha de venir la salvación a los hombres, sino de la Justicia de Dios, Quien abrirá su Cielo en atención y reverencia a la satisfacción que habrá dado el mismo Dios.

Hoy ha caído agobiado por los pecados del mundo, mientras las puertas de la justicia humana se le cierran, o por mejor decir, se ensañan, infames, contra Él. Pero ante el asombro de los Ángeles, de los hombres y de los mismos demonios, al tercer día se levantará glorioso del Sepulcro y será recibido en triunfo a través de las puertas eternales, como el Santo, el Fuerte, el Inmortal.

Dios te Salve, María ...



13.- II Estación.- El lugar donde mi Hijo abrazó y cargó su Cruz.

Esta es la Torre Antonia. Fue sacrílegamente construida en parte, dentro del Atrio del Templo, para que los soldados romanos vigilaran los movimientos del pueblo subyugado. Es un anticipo de la abominación de la desolación colocada en el Lugar Santo, que predijo el Profeta Daniel, y que se enarbolaría finalmente para ruina y destrucción del Templo y de la Ciudad deicida.

Aquí está el Pretorio donde reside el Gobernador pagano. Desde este Pretorio infame, tras la flagelación, la coronación de espinas y la burla de la soldadesca, comenzó Jesús su camino hacia el patíbulo. Abrazó la Cruz que los hombres le prepararon, y desde entonces no se ha separado de Ella, pues la deseó con vivas ansias como deseó su Bautismo de Sangre y la proclamó como símbolo del dolor redentor que Él acepta y eleva a grado sobrenatural.

Yo corría por las calles de Jerusalén, como la Esposa del Cantar de los Cantares, para verle, para auxiliarle con mi presencia: "Durante las horas nocturnas busqué a quien ama mi alma; busquéle y no lo hallé. Voy a levantarme, daré la vuelta a la ciudad; por las calles y las plazas buscaré a quien ama mi alma: le busqué y no lo hallé". Sólo volví a verle rodeado de verdugos, cuando cargaba su Cruz y le hacían preceder a los otros dos ajusticiados.

¡El momento terrible había llegado! La sentencia del Juez romano comenzaba a cumplirse en la tierra, y en el cielo los designios misteriosos de la Divina Majestad.

Mi corazón desfallecía, pero Yo trataba de alcanzarlo. Juan, joven fiel cuya pureza descansó en el corazón de mi Hijo, me acompañaba para auxiliarme, abriéndome paso por entre la multitud de ingratos que no se atrevieron a salir por su Benefactor. Las santas mujeres me asistían y trataban de detenerme para defenderme del tropel y de los empellones de los soldados. Yo, empero, deseaba estar a su lado para ser sacrificada juntamente con el Amado de mi alma.

¡Así corrieras tú por el martirio, o al menos por el cumplimiento de tu deber en que el buen cristiano se martiriza cada día!

Dios te Salve, María ...



14. - I Estación. - Donde el dador de la vida recibió de los hombres sentencia de muerte.

¡Litostrotos! En este lugar, donde debiera administrarse por los hombres la justicia de Dios, abusando del poder que le había sido dado de lo Alto, la hipocresía de un gentil condenó al Hijo del Altísimo.

Aquí sufrió un humillante careo con el pueblo azuzado por los Pontífices. De aquí salió al juicio de Herodes como rehén y prenda de una vergonzosa reconciliación política entre tiranos, y aquí mismo regresó con túnica de demente... Aquí fue donde, después de proclamar solemnemente su inocencia, lo azotaron como a un esclavo levantisco, y donde se burlaron de su realeza divina... Aquí, el mismo pueblo que lo había recibido con Hosannas, días después lo reclamó para la Cruz... Aquí, en este lugar, - ¡Dios Bendito! - este pueblo duro de cerviz asumió la responsabilidad de Su Sangre y prefirió el anatema a la Redención, la amistad de un poderoso de la tierra antes que aceptar el reinado de paz, de gracia y de verdad del Rey Inmortal de los siglos ...

Dolor profundo para mi alma, porque ese pueblo es mi pueblo, la raza cuya sangre llevo, y por haber sido, hasta ese momento, el pueblo de Dios. Toda una historia de milagros y privilegios se derrumbó en un instante, y cumplióse entonces lo anunciado por Daniel Profeta: "No será más pueblo suyo el pueblo que habrá de negarle".

Y fue ese el momento en que el Padre Celestial conmutó la sentencia de Adán tomando a cambio la sentencia de su propio Hijo. Hijo que también es Mío y que Yo ofrecí a Dios con grande sacrificio de mi alma.

Si físicamente no pude trasladarme a este lugar, espiritualmente no lo abandonaba. Cuando se despidió de Mi en el Cenáculo, Yo ya sabía que ésa había sido la última Pascua y que estaba en vísperas de su Pasión. Mi deber era inclinar mi frente con reverencia para dar paso a la Divina Voluntad; repetir el "fiat" que un día venturoso había Yo pronunciado al recibir el mensaje del Arcángel; entrar en oración, oración de lágrimas, oración de agonía, oración de ofrecimiento, de holocausto, de aniquilamiento personal y de muerte lenta ...

El Hijo que por milagro inaudito hiciste germinar en mis entrañas, oh Espíritu Divino, el mismo que según la Ley rescaté en el Templo, oh Padre Celestial, os lo he devuelto en cada instante, porque desde la eternidad y en Vuestro Seno Trinitario el Verbo ha sido aceptado como Víctima de amor por el hombre.

Os lo he devuelto, sobre todo, desde el día en que, dejando el taller de mi Castísimo Esposo José, fue conducido por Vos, Espíritu de Amor, para emprender su Ministerio público. El debe ahora entregarse a la reparación de la Gloria su Padre, y ha de desprenderse ahora, en la tierra, de su propia Madre. He aquí a Vuestra esclava, Señor; cúmplase en Vuestra esclava y en el Hijo de Vuestra esclava, Vuestra Voluntad Santísima ...

Así oraba Yo en lo secreto de mi alma, cubierta por las obscuridades de esa noche, mientras seguía, en espíritu, la Oración del Huerto, el prendimiento, el juicio previo, la humillación del Aposentillo, y el Juicio del Sanhedrín.

Así me sorprendió la aurora: no lo dejé ni un solo instante: no se cerraron mis párpados ni mi Corazón cejó en Su vigilancia. Y Él lo sabía: sentía de cerca los latidos de mi corazón desgarrado.

Esta mi previsión y vigilancia la hice físicamente presente trasladándome hasta el Pretorio, encontrándole en las calles, siguiéndole en la ascensión al monte; presenciando, con muerte de mi ser entero, Su Sacrificio; recibiendo sus últimas Palabras; asistiéndolo al morir y depositándolo, por fin, en el Sepulcro ... Y todo esto lo uní, en intención Corredentora, a la Intención esencialmente Redentora de mi Hijo.

Todo sucedió en cumplimiento de las Escrituras, tal como te lo he narrado al volver del Sepulcro a Jerusalén y hasta el presente lugar, donde dió principio la Pasión de tu Redentor y tu Dios.

Dios te Salve, María ...



Despedida.

Maria.- Y ahora, hijos de mis lágrimas, dejadme en mi soledad. Continuaré llorando el mismo llanto que comenzó con el Anuncio de mi Maternidad Divina, hasta que llegue el día de unirme nuevamente con mi Hijo Dios; y aún unida, conservaré en mi corona estas gemas que he ganado como Reina del dolor; que si por ser la Madre del Altísimo me llamarán Bienaventurada todas las generaciones, por haber sufrido tanto unida Íntimamente a la Pasión de Cristo, precederé a los mártires de todos los siglos.

El alma.- Señora y Madre Nuestra: es tal nuestra pequeñez, que su exigua y mezquina proporción moral no podría soportar una sola gota del inmenso mar de tu dolor. Permítenos, al menos, la disposición de unimos a Tí en esta pena que es la pena de tu vida entera. Haz que el pasmo y reverencia de estos divinos misterios informe toda nuestra vida y nos lleve, por la compunción, a una muerte santa, para gozar contigo los frutos de la Redención.


Así sea.

Dios te Salve, María ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario