jueves, 24 de abril de 2014

Via crucis y via matris (cont).

La Santísima Virgen María habla a las almas devotas: 


1.- XIV Estación.- Donde Jesús fue sepultado.

¿Y habré de abandonarte, suavísimo retoño de mis virginales entrañas? ¿Tendré que dejarte reposando en este sepulcro frío y oscuro?

Queda aquí mi corazón, traspasado pero aún palpitante, sepultado con el tuyo para darte mi calor de Madre. Queda mi alma para darte vida; queda mi amor para adorarte, mi ternura para velar por Ti.

¡Hijos míos, vosotros todos los que pasáis por el camino de la vida, atended y ved si hay dolor comparable a mi dolor!

En este sepulcro yace el Amado de mi alma, mi manojito de mirra. Se ha apagado la luz de mis ojos: la extinguieron quienes lo odiaban y la extinguen aún quienes dicen que lo aman.

Mira, alma redimida. Este es el sepulcro que le cedió generosamente un hombre bondadoso, porque al morir no había lugar para Él en toda la tierra, así como al nacer no lo hubo para Él en toda la comarca. Ha sido amortajado con un sudario dado de limosna, así como al nacer hube de envolverlo en paupérrimos pañales, aunque amorosamente preparados; ha sido puesto sobre dura piedra que no le pertenece, así como en su nacimiento hube de reclinarlo sobre duro y frío pesebre ajeno y no sobre una blanda cuna ...

Aquí, en este sepulcro escondido en el huerto que colinda con el Calvario, ha sido sepultado el Redentor del mundo, Dios y Hombre verdadero, Creador de todo cuanto existe y Juez de vivos y muertos.

Mira su lóbrega concavidad. Penetra y examina la fosa que encierra sus divinos despojos. Contempla inmóvil a quien imprimió el dinamismo a la materia inerte, y muerto a Aquél que derramó la vida en todo el Universo.

¡Oh, si la humanidad comprendiera que la causa de todo esto es el pecado! El era la luz que vino al mundo y brilló ante los suyos; pero el mundo prefirió quedar en tinieblas: los suyos no lo recibieron.

Caminemos, alma redimida. Volvamos por el mismo camino y te mostraré, uno a uno, los sitios de la vía dolorosa por donde hubo de venir mi Hijo para ofrecerse en sacrificio en redención de todas las generaciones.

Dios te Salve, María ...



2.- XIII Estación. - Donde ungimos y amortajamos a Jesús.

Mira, hijo de mis lágrimas: aún está húmeda la hierba y embebida la sedienta tierra que recibieron las abluciones que hicimos al Cuerpo de tu Dios.

Acababa de morir. Mi soledad fue más vasta que la del náufrago que en noche obscura se encontrara perdido enmedio del inmenso océano. Las tinieblas que inundaron la tierra desde la hora sexta hasta la hora nona se hicieron más densas, y un terrible terremoto sacudió la región para testimoniar la naturaleza su ira contra el hombre deicida y su dolor por la ofensa inaudita inferida a su Creador.

Los culpables huyeron cobardemente y descendieron de la cima del Calvario abandonando a los ajusticiados.

Luego siguió la dolorosa escena de la lanzada, el fluir misterioso de Sangre y Agua de aquél corazón que tanto había amado a los hombres ... y los ejecutores de esta bárbara sentencia desaparecieron también hundiéndose con paso tétrico en las tinieblas.

Únicamente quedamos Juan, Magdalena, las dos Marías y Yo, que sólo contemplaba el Cuerpo exánime del Señor, pendiente entre el Cielo y la tierra.

El Padre Celestial proveyó en favor de su Hijo: presentáronse dos varones piadosos, José de Arimatea y Nicodemo, y ayudados de Juan, bajaron delicadamente el Cuerpo Divino.

Mis brazos y mis fatigadas rodillas fueron el amoroso lecho en que descansaron sus helados miembros.

Jamás podrás comprender mi dolor ni medir mi amor ni comparar mi pena. No lo sintió tan intenso Eva cuando tuvo en sus brazos a su amado Abel, porque ella era la causante de esa muerte y sostenía el cadáver de un ser puramente humano. No fue tan profundo el de Resfá aunque llorara día y noche frente a los cadáveres de varios hijos. Porque Este es mi Dios, y porque el Espíritu Santo me dió una capacidad proporcionalmente infinita para sentir con ternura delicadísima la trágica muerte de todo un Dios que al mismo tiempo es mi Hijo.

Hubiera querido permanecer en esta situación por toda la eternidad anhelando comunicar mi vida y mi calor y el latido de mis venas al Cuerpo exánime de mi Unigénito. Pero me fue requerido respetuosamente por esos piadosos varones, y hube de desprenderme de Él para que le dispusieran a la sepultura.

Dios te Salve, María ...



3.- XII Estación.- Donde murió Nuestro Redentor.

Mira la Cruz. ¡En ella murió! Aún se encuentra enhiesto en la cima del Calvario este instrumento de tormento, que por haber sido bañado con su preciosa Sangre ha dejado de ser ignominioso, y pasa a ser glorioso para el Redentor y sus redimidos.

Aún puedes palpar con tus manos esta Sangre divina coagulada entre las ásperas cortezas, que han dejado de ser hirientes y duras para convertirse en suave yugo y ligera carga en virtud de la gracia que con ella te ha ganado Quien en ella murió.

El mismo la anunció como símbolo del cristiano, diciendo que, quien no quisiera abrazada con abnegación, no podría ser su discípulo.

¡Aquí murió! Aquí su Sangre, destilando de su Divino Cuerpo, penetró en este monte cuyas entrañas encierran el cráneo del primer hombre, para que el pecado fuera borrado en su raíz. Aquí fue plantado el árbol de la Cruz, para que en lucha singular fuera vencido el demonio, que en un árbol había derrotado al padre del género humano.

Aquí mori Yo también: ofreciendo a la Víctima Redentora, consumé la misión de Corredentora.

Aquí le oí sus últimas palabras, y entre suspiros y lágrimas amargas, aquí me constituyó Madre de todos los redimidos.

¿Has hallado un dolor semejante al dolor de una Madre, que ha de aceptar un trueque tan desventajoso, cual fue la entrega del Hijo Sacrificado, para recibir como hijo a quien le sacrificaba?

Pero no temas: tú también eres hijo de Mis lágrimas; Yo soy la Madre del amor hermoso, y del conocimiento y de la santa esperanza ...Por tí no sólo he ofrecido mi Hijo a la inmolación, sino también me inmolé ami Misma.

Hijo mío, mi deber de Madre me obliga a velar por su salvación.

No hagas vano tanto esfuerzo, tanto dolor, tantas lágrimas.

Dios te Salve, María ...

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