domingo, 27 de abril de 2014

Via crucis y via matris (cont).

8.- VII Estación.- Donde Cristo sufrió su segunda caída.

Este es el recodo donde su Cuerpo, debilitado por la vigilia anterior, el ayuno y los malos tratos, cayó y tocó el polvo su Rostro santísimo.

¡Quién me hubiera dado el poder levantarlo con el amor y la delicadeza con que sostenía sus primero pasos en el destierro de Egipto! Nadie más que Yo, sabía que era el más hermoso entre los hijos de los hombres. Ellos, sin embargo, sólo vieron en esta caída una molestia más que les impedía llegar a la cumbre para ajusticiarlo. Nuevamente lo golpearon, lo levantaron a empellones, mientras los otros condenados al cadalso, acostumbrados a esfuerzos adecuados a su ruda naturaleza, le veían con despecho haciendo mofa de su exquisita delicadeza y culpándolo de prolongar su suplicio.

Yo, entre tanto, guardaba todas estas cosas meditándolas en mi Corazón. Ví en esta segunda caída un misterio: el hombre está presto para caer en el pecado, pero es tardo y ciego para levantarse, porque sin la Gracia no puede volver a Dios. Mi Divino Hijo deseaba expiar tus recaídas espirituales y enseñarte cuántos dolores y humillaciones le costó ganarte el auxilio divino necesario para tu conversión ...

...Y siguó su camino: camino de dolor, camino de Sangre... Una sola finalidad le animaba: reparar la gloria de su Padre; un solo intento lo sostenía: rescatar a la raza de Adán; una sola llama le enardecía: el amor infinito con que se prodigaba. Y el haber llegado el día del holocausto era para Mi la consumación de toda una Vida: la hora suprema en que debía realizarse el objetivo único de la Encarnación: ¡ay!, que para esto lo concebí en mis entrañas.¡Oh abismo impenetrable de contemplación sin límites: que en la realización de este Misterio Él mismo me escogió por Madre!

Dios te Salve, Maria ...



9.- VI Estación.- Lugar donde la Verónica enjugó el Rostro de Jesucristo.

En este, lugar acaeció que una mujer esforzada confundió a los pusilánimes espectadores por su valor en confesar públicamente su amor y devoción por mi Hijo. Afligida en extremo por el aspecto que presentaba el Sagrado Rostro y deseando aliviarle, abrió se paso entre la multitud, rompió el cerco de los soldados, se acercó piadosamente y, puesta de rodillas, lo limpió con un lienzo. La gratitud iluminó los nobles rasgos del Señor, y fue aquí donde milagrosamente estampó su Santa Faz y dejóla impresa como regalo a la humanidad.

Dos veces hizo el Redentor este regalo; en la Sábana con que fue amortajado y en el lienzo de la Verónica; y en sendas ocasiones se mostró dolorido y paciente, para que tú y todos los hombres tuviérais presente que con dolor fuísteis redimidos y para dar un perpetuo mentís al mundo, que pretende llevaros al Cielo mediante una vida de placeres y comodidades, de diversiones y de satisfacciones terrenas. Y quiso dar estos divinos testimonios de su humanidad al fin dé sus días, para indicaros que debéis poner los ojos en la muerte y prepararos, mediante el dolor, a reportar con abundancia los frutos de la Redención.

Mediante Ese rostro, doloroso en el lienzo de Verónica y serenamente fúnebre en la Sábana Santa, no sólo da testimonio de su Pasión y de su Muerte, sino que también vigila tus pasos y tu conciencia... Tal es su majestad, que parece juzgarte, y tal su mansedumbre que parece invitarte a su seguimiento. Yo, que soy abogada de pecadores, pediré al Divino Juez que te muestre la serenidad y no la ira. Pero tienes que esforzarte por plasmar en tu alma sus divinos rasgos: sé tú otro Cristo, pues cristiano eres; sé otro Jesús y me tendrás por Madre.

Y ahora, ¿cuál será tu actitud ante el mundo? Mira cómo han desfigurado el Rostro de Cristo la impiedad, el ateísmo, las doctrinas liberales... Mira cómo lo presentan los herejes: desfigurado y falso... mira cómo pretenden presentártelo tus propias pasiones: ciego y mudo. ¡Sacude tu indolencia! Defiende a Jesucristo abriéndote paso entre la multitud que apostata, presentando ante los pueblos el verdadero Rostro de Cristo: confiésalo ante los hombres para que puedas ser confesado por Él ante el Padre Celestial.

Dios te Salve, María ...



10.- V Estación.- Donde comenzó el Cireneo a ayudarle a llevar la Cruz.

No quiso mi Señor padecer sin asociar a su Pasión a la creatura humana: era necesario que dejase una parte al hombre, para que el hombre cumpliese esa pequeña, parte en su propio cuerpo a fin de construir la Iglesia, que es el Cuerpo Místico labrado en esta obra de la Redención.

Por eso quiso ser ayudado por un hombre a llevar su Cruz, y le infundió conocimiento de lo que esa Cruz significaba.

Simón, un hombre desconocido, anónimo: la humanidad, fue obligado por los hombres; pero en los altos designios fue elegido dentro del plan divino a ayudarle con su Cruz. Ví la repugnancia con que recibió esta orden, y hubieron de obligarle, porque se resistía. Mas cuando tocó el Sagrado Madero, se conmovieron sus entrañas y comprendió el misterio cuando mi Divino Hijo volvió sus ojos agradecidos y le miró con ternura.

Yo sabía que este servicio le ganaría la salvación eterna. Yo misma le agradecí también su aceptación, tanto por el alivio que proporcionaba, a mi Hijo, como por haberse asociado a la Pasión. Ví en Simón al hombre convertido, como garantía de que la humanidad no despreciaría del todo el Sacrificio de su Redentor.

Y aunque no descargaron totalmente a Cristo del peso de la Cruz, Simón procuró piadosamente guiarlo, equilibrado, y sobre todo, impedir que su mástil arrastrase y golpease contra las piedras del camino, accidentes inevitables que le hubieran hecho más pesada la carga, golpes que hubieran repercutido en sus sagradas espaldas.

Si quisieras ayudar a Jesús, ya no digo con su Cruz, sino siquiera llevando de buena gana la tuya... Tú le ayudarías a llevar su Cruz, Yo te ayudaría a llevar la tuya; tú cumplirías la parte que te corresponde en la edificación de la Iglesia, y yo suavizaría con ternura de Madre las asperezas del camino: que si no pude hacerlo materialmente con mi Hijo, sí puedo hacerlo espiritualmente contigo alcanzándote las gracias necesarias para recorrer el camino de tu salvación.

No rehúyas la Cruz; no escuches con repugnancia su invitación al sufrimiento. Tócala al menos, decídete a sufrir, y en ese momento sentirás que todo se aligera, que la misma Cruz aparece amable, y que la locura de los Santos por padecer o morir, es la mayor cordura que puede alcanzar quien cumple en su carne lo que resta a la Pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia.

Hoy, más que nunca, Cristo necesita víctimas para su Iglesia gravemente afligida. ¿Quieres ser su Cireneo?

Dios te salve María ....

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