sábado, 26 de abril de 2014

Via crucis y via matris (cont).

4.- XI Estación.- Donde fué clavado en Cruz el Redentor.

Este es el lugar donde fue ejecutada la crudelísima sentencia; donde gravitaron los vaticinios y la espectación de los siglos; donde el mundo entero y el Cielo mismo quedaron pasmados ante la infinita mansedumbre del Redentor. Los mismos verdugos se sintieron confundidos al constatar la docilidad con que se tendió sobre los madero para ser clavado de pies y manos.

No encontró el Profeta otra imagen más próxima a este hecho y a esta sumisa actitud, que la de un cordero, porque Él debía ser inmolado en la Pascua, y porque había de comportarse con la mansedumbre y entrega semejante a la de esa noble criatura.

Sin embargo, es necesario notar las diferencias: el cordero carece de racionalidad y de conciencia; Jesús, empero, además de poseerlas en grado infinito, es Dios y conoce en su esencia la trascendencia de los actos que realiza. Por eso es infinitamente meritorio su sacrificio, y nadie, ni los hombres más santos como Isaac en el monte Moriáh, ni los mártires más esforzados podrán igualar su obediencia y sacrificio: "se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz".

Los clavos horadaron esas Manos que crearon cuanto existe, y fijaron esos Pies que santificaron la tierra. Al mismo tiempo que se abrían paso entre músculos y tendones, el golpe de la maza hacía penetrar en mi alma la mística espada que predijo el anciano Simeón: "Y a tí, - me dijo mirándome fijamente a los ojos - una espada de dolor te traspasará el alma".

Ya puedes compadecer a la madre que nos presenta el Libro de los Macabeos, la cual presenció con fe y fortaleza inauditas el martirio, uno por uno, de sus siete hijos: no disminuyo, antes exalto su mérito ante Dios y ante los hombres. Pero has de saber que allí donde culminó el dolor de esas madres, allí comenzó el de esta indigna sierva del Señor; porque la misión que recibí al pronunciar mi "fiat", me ligó Íntimamente al holocausto de Quien daría sentido y mérito al sacrificio de cada uno de los mártires.

Vanos hubieran sido los dolores y vana la sangre de los mártires sin el supremo dolor y el infinitamente meritorio derramamiento de la Sangre de mi Hijo. Yo, de mi parte, recibo el dolor de todas las madres, para ofrecerlo unido al mío, y todos juntos al de mi Hijo, que en este lugar fue por nosotros clavado en la Cruz.

Dios te Salve, María ...



5.- X Estación.- Donde Cristo fué desnudado.

Aquí le despojaron de sus vestiduras. Vi la gloria del Tabor humillada por la desnudez del Calvario. Ese Cuerpo Divino yo lo recibí tiernecito en el establo de Belén: siendo yo una doncella humilde, tuve el privilegio único y singular de darle virginalmente la vida, de fajado, de llevarlo en mi regazo; así también lo amamanté y más tarde lo alimenté con mis manos.

Hoy, pasados ya seis lustros, el Cuerpo desarrollado y perfecto de la Víctima estaba maduro para ser sacrificado. Enmedio de este Misterio, adoré en el Espíritu Santo la voluntad del Padre y la propia elección del Verbo; pero me agobió el verlo desnudo frente a la multitud.

Su modestia y pureza inmaculada irradiaron un nimbo de luz espiritual que no permitió a nadie profanar, ni con la sombra del pensamiento, lo que Él más amaba: su virginidad; pues siendo el Cordero Inmaculado que entre lirios se apacienta, nació de Madre Virgen y tuvo por Ayo y Tutor a un Varón virginal, a quien por su pureza le dió el título de Padre, que Yo misma proclamé ante los Doctores del Templo.

Mas ¡ay!, que si por su aspecto se proclamaba ante el mundo la inmaculada virginidad, de mi Hijo, por el otro contrastaba frente a los pecados de impureza a que se inclina voluntariamente la mayor parte de la humanidad.

Considerándolo desde otro punto, el despojo de mi Hijo te enseña a despojarte de las cosas de la tierra. Su vida fue pobre desde su nacimiento: careció de todo durante su peregrinación por el mundo, pues aunque los pájaros tuvieran un nido y las mismas raposas se albergaran en madrigueras, Él no tuvo jamás algo propio dónde reclinar su Cabeza.

Desnudo se dispuso a morir para enseñarte que no son los bienes terrenales los que engrandecen al hombre, sino la gracia santificante y sus méritos en la presencia de Dios.

¡Ay, y mil veces ay!, que con este despojo se aprestaron a crucificarle y darle muerte de malhechor. Le quitaron la túnica inconsútil que yo misma le tejí con mis manos y le vestí siendo aún pequeño, y con la cual creció hasta la edad viril... codiciosamente la ambicionaron para sorteársela durante su agonía, y en su afán de rapiña arrancaron con la túnica los coágulos formados en la espalda por la flagelación.

Yo era muda testigo de todo, y sin poder aliviarle; pue si el mismo Padre no destacó legiones de Ángeles para librarlo, ¿quién era Yo para impedir que se cumplieran las Escrituras?

Dios te Salve, María ...



6.- IX Estación. - Donde Jesús cayó por tercera vez.

Bajemos ahora, hijo mío, hasta la falda, donde comienza el monte Calvario. Es otro lugar que debe abismar tu consideración.

Contempla, alma piadosa y compasiva, fresca aun la Sangre de mi Hijo que cayó en este lugar y bañó estas piedras. Fue su tercera caída. La dureza de estas piedras y sus cortantes aristas hirieron su Rostro, pero más le hirieron tus pecados, que fueron la causa de esta caída, de las dos precedentes y de la Pasión entera.

Mas no temas: te he dicho que las piedras fueron bañadas con la Sangre del Redentor. También ha bañado a tu alma dura con el baño del Bautismo para aplicarte la Redención sin límites.

Y a pesar del peso de la cruz, que lo oprimía, el amor lo incorporó para seguir su camino hacia el holocausto.

Yo no pude ayudarlo. Ofrecía al Padre la agonía de mi alma en conformidad con su Divina Voluntad, como victimato que se unía al Cordero de Dios inmolado en esta Pascua para borrar los pecados del mundo.

Hubiera deseado un coro infinito de almas generosas que también se ofrecieran a padecer juntamente con Él. Los Ángeles lloraban en el Cielo y custodiaban la Sangre divina que el Hombre-Dios dejaba en los guijarros de esta ascensión inmisericorde. Sangre que marcó sus huellas para que tú y todos los tuyos, y todos los hombres de todas las generaciones, pusiérais sobre ellas vuestros pies y calcárais en vuestra vida el camino del Cielo, que es camino de dolor.

¿Puedes alcanzar la sublimidad de esta doctrina que Él te enseñó con su Palabra y trazó con su ejemplo?

Dios te Salve, María ...



7.- VIII Estación.- Donde Jesús consoló a las piadosas mujeres.

Su dolor tenía una finalidad bien definida: redimirte, mostrarte su amor hasta el exceso. Por eso, cuando en este paraje salieron a su encuentro unas piadosas mujeres que lloraban al verle tan humillado y herido, pero sobre todo porque conocían la sentencia de muerte y que no volverían a verle en carne mortal derramando beneficios y destilando consuelos, Él se olvidó de sus propias penas y atendió a consolarlas: pero les descorrió el velo del misterio que es misterio de iniquidad: la causa de tanto dolor es el pecado, el desorden moral en que vive la humanidad, el odio y la envidia diseminados por el mundo.

Cada hombre, cada mujer, cada madre debe llorar en sí mismo la corrupción de los mortales, que, como leña seca, están a punto de arder.

Si al Unigénito, árbol florido de la Gracia, Dios así lo trata por haber salido fiador de todos los hijos de Adán, ¿cómo arderá la humanidad entera cuando caiga sobre ella la Justicia divina? Y ciertamente vendrán días en que las estériles se tendrán por dichosas, pues las que dieron a luz sufrirán dolor doblado: por sí mismas y por el castigo que caerá sobre sus hijos.

Medita bien esto: si el castigo del hijo culpable recae sobre la madre hasta causarle muerte porque siente en sí el dolor y la ignominia del hijo, ¿cuántas muertes caerían sobre mí, que soy la más tierna de todas las madres, al ver la Inocencia misma cargando los pecados de todas las generaciones y tratado como el desecho de la plebe?

¿Y cuántas más me resta por sufrir cuando la ira de la divina Justicia se desate sobre la humanidad, que ha colmado la medida en estos últimos tiempos, que son la época de tu generación, que ha visto a la perversidad y al odio desatados en todas las naciones?

No serán los montes los que os defenderán de la ira venidera, ni los collados serán vuestro refugio: ¡Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo!

Oíd mi voz; reformad vuestra conducta; vivid conforme a Vuestra dignidad de cristianos, pues con Sangre Inocente fuisteis redimidos y con lágrimas de una Virgen Madre habéis sido, hasta ahora, defendidos.

Dios te Salve, María ...

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