lunes, 27 de junio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)



Los primeros cristianos aceptaban las enseñanzas de Cristo testimoniadas por los Apóstoles de viva voz: “habiendo vosotros recibido la palabra de Dios que de nosotros oísteis, la abrazasteis no como palabra de hombre, sino tal cual es verdaderamente, como palabra de Dios, la cual obra eficazmente en vosotros los creyentes” (I Tes. II – 13).

San Pablo ordena la conservación de la Tradición oral y la equipara en dignidad a la palabra inspirada escrita: “Sed constantes y mantened firmemente las tradiciones en que fuisteis adoctrinados ya sea de viva voz, ya sea por carta nuestra”. (II Tes. I – 15).

Y no se diga que las enseñanzas de los Apóstoles después fueron todas redactadas por inspiración divina e incluidas en lo que forma el Nuevo Testamento; pues consta que muchas, la mayoría, no fueron incluidas en los escritos, sobre todo las prácticas constitutivas, de cuya tradición vive el culto divino y vienen a interpretar prácticamente lo que se halla escrito. En cuanto a las enseñanzas, basta decir que por tradición fueron identificados los libros de la Biblia. Efectivamente, basada en la Tradición Apostólica, la Iglesia definió como divinamente inspirados los Libros Sagrados, porque su lista no se halla en el texto de la Biblia.

Como condición y base indispensable, quedó indeleble en la memoria de los pueblos el Símbolo de la Fe o Credo Apostólico, con sus doce artículos fundamentales que exigieron los Apóstoles antes de administrar el Bautismo.

Ahora bien; no por los Apóstoles ni por inspiración divina, pero sí por manos humanas y devotas, nos quedaron algunos vestigios de la tradición Apostólica en los escritos de los primitivos cristianos que oyeron a los Apóstoles o recibieron su transmisión inmediata. De los escritos que escaparon de la hoguera de las persecuciones, conservamos aún:

La Didajé o “Doctrina de los Doce Apóstoles”: catecismo, ritual devocionario y guía administrativa de la organización cristiana. Se remonta a los años 70 ó 90, y algún crítico la sitúa antes de escribirse San Mateo, dependiente solo de la Tradición.


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