miércoles, 1 de junio de 2016

La Eterna Generación del Verbo (cont.)




-13.- "Los cuales no de la carne ni de la sangre ni de la voluntad de varón, sino de Dios nacieron".- Las características de este nuevo nacimiento no deben confundirse con las de la generación carnal, ni con los simples pactos, alianzas compromisos humanos. Jesús advierte a Nicodemo: “Si uno no fuere engendrado de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, y repite para despejar sus carnales prejuicios: "Quien no nace del agua y del Espíritu" no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne, carne es, y lo que nace del Espíritu, espíritu es…" (Jn. III-3: 5-6). San Pedro explica admirablemente esta divina filiación diciéndonos que se realiza por la graciosa donación de la vida y la piedad, y, mediante la vocación a su conocimiento y el cumplimiento de sus promesas, elevarnos a la participación de la vida íntima de la Santísima Trinidad: "participantes de la divina naturaleza" (II Petr. 1-4; Cf. lb. I-3).

14.---La sublime introducción desemboca como caudaloso río en el mar de una revelación extraordinaria de contenido inagotable. Parece un relámpago sorpresivo que irradia desde el seno mismo de Dios para anonadar la mente humana. Analicémoslo:

14/a.-"Y eI Verbo se hizo carne...".-Es la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Aquel que, siendo la Idea Substancial del Padre, existe desde toda la eternidad, asume la naturaleza humana. ¡Contraste abismal! Es el mismo pensamiento que repite San Pablo: "El cual (Jesucristo), subsistiendo en la forma de Dios (preexistiendo en la naturaleza y esencia divina), no consideró una usurpación el ser igual que Dios (pues le compete esencialmente, como que es engendrado por el Padre); antes se anonadó a Sí mismo (escondiendo los destellos de su gloria esencial), tomando forma de esclavo (es decir, tomando la naturaleza humana), hecho a semejanza de los hombres ("probado en todo a semejanza nuestra excluido el pecado" -Hebr. IV-15) y, en su condición exterior (en su presencia sensible), presentándose como hombre" (Phil. II-6-7).

Y para que nadie afecte ignorar que se refiere a Jesucristo, el mismo San Juan había escrito en su primera Epístola: "Todo espíritu que confiesa a Jesús como Cristo venido en carne, es de Dios" (lV-2); esto es, como el preexistente a su aparición en la naturaleza humana: la unicidad de la Persona del Verbo en Cristo Jesús, se llama "el Misterio de la Unión Hipostática".


14/b.-"... y habito entre nosotros...".- 0 "fijó su tienda". Se cumple aquí lo que de Sí mismo decía el Verbo o Sabiduría de Dios: "Mis delicias es estar entre los hijos de los hombres" (Prov. VIII-31). Ya entre nosotros, "discurrió por todas partes derramando bienes", nos dice San Pedro (Act. X-38).


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