miércoles, 19 de marzo de 2014

Devocionario para Cuaresma y Semana Santa (cont).

VII ESTACIÓN.


"Procidit super terram".

"Cayó sobre la tierra". Mc. XIV-35).


Llora, alma mía, al ver que tu Divino Salvador cae nuevamente, agobiado por el peso de la cruz; pero admira la caridad de esta segunda caída.

Porque al caer, expía ante su Padre Celestial tus frecuentes caídas en el pecado, cuando sucumbes voluntariamente bajo el peso ignominioso de tus pasiones.

Observa también que con fortaleza sobrenatural Jesús se levanta. No le obligan a levantarse los gritos y blasfemias de sus enemigos ni el látigo inhumano de los sayones, sino un doble intento de su caridad: el de enseñarte cómo te has de levantar del pecado y el de llegar cuanto antes a la cima del Calvario para ser crucificado por tu amor.

Jesús humillado, víctima inocente por mis pecados, ¡desde el fondo del abismo de mis miserias clamo a tu misericordia! Extiende tu mano poderosa y sálvame, pues quiero levantarme de mi postración espiritual y no puedo por mí mismo. Pero tu gracia lo hará: es gracia que con tantos dolores me granjeaste y que me das magnánimo en ésta tu segunda caída.

(Meditación ... etc.).

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VIII ESTACIÓN


Jesús consuela a las piadosas mujeres.


"Nolite flere super me, sed super vos ipsas flete, et super filios vestros".

"No lloréis sobre mí, sino llorad más bien sobre vosotras mismas y sobre vuestros hijos" 
(Luc. XXIII-28).



Agradece, alma mía, la generosidad de tu Salvador. Al ver la fidelidad y las lágrimas de un grupo de mujeres piadosas que lloraban desconsoladas la humillante condición a que ha quedado reducido el Varón de Dolores y su inminente muerte, no pondera sus tormentos ni se refugia en la condolencia; antes olvidando generosamente su propio dolor, se duele de la amargura del pecado que le ha valido esta sentencia.

Pondera que, mientras llores los efectos y no detestes las Causas, en vano te lamentas. Llorar la Pasión de Cristo y hacer paz con el pecado es gran contradicción, pues el pecado es la causa de tan acervos dolores, y tantas veces crucificas a Cristo en tu corazón cuantas son las que te entregas a pecar (Cf. Hebr. VI-6).

Pero el dolor de Cristo va más al fondo cuando señala que es más de lamentarse la eterna condenación de aquellos que, desperdiciando o tal vez rechazando su divino victimato, prefieren precipitarse a la condenación eterna.

Oh, Jesús, dame lágrimas para llorar mis culpas. Que caiga sobre mí tu sangre redentora.

(Meditación ... etc.).


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IX ESTACIÓN.



Jesús cae por tercera vez.


"Et positis genibus, orabat". 

"Y puestas en tierra las rodillas, oraba" (Luc. XXII-41).



Tercera vez la fortaleza de los cielos cae por el dolor, la carga y la debilidad de sus agotados miembros. Sus santas rodillas, su pecho amoroso, su rostro divino, tocan el polvo con estrépito que alegra y alarma a sus enemigos: los alegra diabólicamente porque le ven derrotado; los alarma porque recelan que no podrán darse el placer satánico de crucificarle.

Pero esta tercera caída encierra un misterio tres veces revelado en este viacrucis. Que el Hijo de Dios bajó de los cielos a la tierra y la tocó con su Cuerpo divino; que el Verbo Eterno se hizo hombre tomando nuestra humana y terrena naturaleza, y que la humillación de Jesucristo hasta besar el polvo es una expiación meritoria ante el Padre.

Así lo hizo en el huerto con la misma intención, como nos lo refiere San Lucas: "e hincando en tierra las rodillas, oraba". Aquí también la postración de Cristo es oración meritoria y satisfactoria por nuestra salud. Allá, con angustia de agonía; acá, con dolores de muerte. Pero aquí y allá en fuerza de un victimato redentor.

¡Jesús mío, perdona y levanta a mi alma caída.

(Meditación ... etc.)


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X ESTACIÓN.


Despojan a Jesús de sus vestiduras.


"Et dabant ei bibere myrrhatum vinum, et non accepit". 

"Y le daban vino mirrado; mas El no lo aceptó". (Mc. XV-23).



Mira, alma mía, al Buen Jesús que con ánimo esforzado y venciendo todos los dolores ha llegado finalmente a la cima del Monte Calvario.

Mientras los verdugos aprestan los instrumentos de la ejecución, unas piadosas matronas le ofrecen una mixtura de vino y mirra para que su efecto enervante, adormeciendo los nervios, enajenara la conciencia y disminuyera al dolor de la crucifixión. Pero El lo rehúsa porque está dispuesto a enseñar a la juventud la sobriedad, y a beber hasta las heces el cáliz de dolor que le da su Padre.

Contempla cómo con desprecio y brusquedad, los soldados le despojan de sus vestiduras y, con ellas, del coágulo que detenía la sangre de las heridas de la flagelación. ¡Qué dolor!

Pero el dolor se añade la confusión del purísimo Jesús al verse descubierto ante la multitud, y sólo por una disposición de la Providencia se le conceden los lienzos indispensables del pudor.

¿Sabes por qué permitió el Señor esta afrenta? Para expiar los pecados de impureza, las desnudeces de tantos cristianos sin pudor, tus pecados contra la Santa Virtud.

¿Osarás levantar la vista ante esta Víctima inocente?

(Meditación ... etc.)


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